Ahora que llegamos a edad provecta, miramos los Picos desde
la lejanía y soñamos con volver a la
Vega de Liordes. Dormir (es un decir), escuchando toda la noche los cencerros de
las vacas que rodean la tienda, atraídas por el olor a pan.
Seguir buscando ese tercer lago, además del Cimero y Bajero,
que nos indicaba el mapa de la editorial Alpina, para acabar vivaqueando en el
Cimero, después de darnos por vencidos. Solo existen dos lagos, Jose.
Subir despacio las Colladinas, para llegar a Collado Jermoso y descubrir que todo el cielo está lleno de estrellas y no cabe una más.
Subir despacio las Colladinas, para llegar a Collado Jermoso y descubrir que todo el cielo está lleno de estrellas y no cabe una más.
Caminar por un valle glaciar desde Poncebos a Bulnes, seguir
por la interminable canal de Amuesa y descubrir, que la seca dejó sin agua a su
fuente. Buscar un rincón donde acampar, dentro de un mar de piedra. Quizás por
eso le dicen Jou de los Cabrones. Reponer fuerzas, y al día siguiente hacer
cumbre con mis hijos y los amigos en Torrecerredo 2.648 m. , cima de todos los
Picos.
Ascender al Jultayu, entre nieblas, aupado por la fe de
nuestro amigo Delfín, y comprobar que al hacer cumbre, desaparece como por encanto y vemos correr al Cares,
allí abajo, a nuestros pies.
Saludar al Marqués de Villaviciosa, antes de mirar por
Ordiales las praderías de Angón, 2000 m. más abajo.
Recorrer la vega de Orandi, buscando la salida a Covadonga,
en día de la mayor tormenta de agua conocida, para tener que dar marcha atrás
ante la imposibilidad de seguir patinando por el barro de la pendiente.
Seguir la larga senda del Arcediano, desde Soto de Sajambre,
con ese camino final, cementado, para romper piernas.
Y el macizo de Andara, con Jesús y Concha, con las marcas
numeradas en el camino, pensando que el uno, sería la salida, y era la cumbre.
Estaba marcado por ingleses, y claro, era al revés. Gracias que los neveros del
pico Cortés nos dieron agua fresca, y pudimos volver a Sotres ya de noche
cerrada.
Mirar al Picu Urriellu desde su base y no envidiar a los
escaladores pegados a su pared, lo nuestro es caminar, no escalar.
No es plan de seguir contando batallitas, si animo a mis
lectores, que si pueden, no dejen de patear los Picos de Europa, seguro que les
encanta y no lo olvidarán.
Todas las fotos están realizadas desde el concejo de Llanes,
Asturias.