Páginas

16 julio 2007

Papel estraza

Hoy, estoy intentando escribir con el nuevo portátil y he recordado un día particular.
Sería un día de otoño, llegaba a casa loco de contento, acababa de aprender a escribir la “o” en el colegio de las monjas.
En la mesa de la cocina había un pliego de papel de estraza y quise hacerle una demostración a mi madre. Cogí el lápiz y me salí del papel.
Recuerdo muy bien la gran cocina con el fuego de carbón vegetal. Para encenderla se hacía un torsión con un papel impregnado de aceite y con el soplillo hecho con las palmas del palmito, no se paraba de soplar hasta que el carbón quedaba encendido; muchas veces te encontrabas con un tizón y el humo invadía toda la cocina, había que sacarlo, apagar en el fregadero, y tirarlo a la basura. La mesa era grande, de madera, con las vetas a flor de piel de tanto limpiarla restregando con el estropajo de esparto, y en la esquina de la cocina había un gran lebrillo que se había usado para amasar durante los años del hambre. Ya la cosa no estaba tan mal, y por un duro te vendían un pan de kilo en la tahona de Vicente, en calle Granada. Claro lo malo era, que quién tenía el duro; y que el pan de kilo, pesaba 900 gramos, ( para no subirlo de precio, le bajaban el peso ). Pero esa es otra historia.
El colegio de las monjas, estaba en el “Chalet”, una gran casa rodeada de jardines que había pasado a la Iglesia por una herencia. Su directora era una monja vieja y mellada que daba pavor el solo verla. Yo, había aprendido a hacer la “o” en una pizarra pequeña que con los dos pizarrines, uno blando y otro duro, era todo el material escolar necesario para las primeras letras y las cuatro operaciones que más tarde tendríamos que aprender.
La pizarra me duró mucho tiempo, a veces, se descuadraba el marco de madera que llevaba, pero en la carpintería de Bruno de calle Animas me la componían y quedaba como nueva.
Con el nuevo portátil, me ha pasado lo mismo que con el lápiz y el papel de estraza. Como había aprendido en la pizarra, al cambiar al papel, no me salía bien la “o”.
Hoy, al empezar a escribir con este nuevo cacharro, cuando le daba a una tecla, me salía otro signo distinto al buscado y mi turbación ha sido la misma de aquella vez en que me salí del papel para escribir la primera “o”. Espero que el cambio de tecnología de la pizarra a la pantalla no me turbe mucho y me permita estar en paz con esta nueva técnica tan alejada de mi medio.
Esta tarde, he tenido la suerte de poder comentar con mi madre la historia, y me dice que cuando ocurrió, tenía tres años; por tanto, hace ya unos cuantos de la pizarra y el pizarrín.

3 comentarios:

  1. Amigo Piedra, aunque lo había leído, pensando que no estabas al tanto de tu clientela, no te he dejado comentario, pero, como todo lo que escribes, me encanta tu forma gráfica y tu estilo para describir las cosas.
    La verdad es que todo eso que comentas lo he pasado yo también, sólo pueden variar algunas formas, pero en esencia es igual.

    Y en cuanto a la bajada del peso del pan para no subir el precio, era algo muy habitual y que conozco bien, pues mis padres tenían panadería y me he criado y desarrollado en ese ambiente.

    Me resulta hoy muy chocante lo de la pizarra y el papel de estraza, pero así es de real, lo que no se parece en nada a los materiales que disfrutan hoy los niños, de lo que me alegro.

    Que disfrutes las vaciones, si no es que ya estás cansado de tanto viajar. Yo aún estoy atascado sin poder salir, ya veremos que pasa.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Si, amigo Gore, los años en el pueblo, aunque hace ya mucho tiempo, dejaron una huella indeleble. Bueno, no esta mal, de vez en cuando recordar de donde venimos. Lo que no sabemos es a donde vamos.
    Muchas gracias por tu amplio comentario.
    Expresiones.

    ResponderEliminar