Mi tío Federico tomaba baños de asiento.
Cuando discutía con mi madre acababa siempre diciendo: “para ti la perra gorda, me voy a tomar los baños de asiento". Esto podía ocurrir a mediodía o por la tarde, no había hora fija para las discusiones. Nunca supe en que consistían los baños de asiento. En casa había un cuarto de aseo grande, como para correr caballos, pero únicamente tenía lavabo y retrete; claro que sí teníamos un barreño grande de cinc donde mi madre nos bañaba. Quizás mi tío lo usase para sus baños de asiento.
Mi tío Federico era un adelantado a su época; medio naturista, consultaba sus manías a un galeno que diagnosticaba los males mirando con una lucecita la niña de los ojos. A nosotros nos venía bien. El tal galeno le mandaba tomar unas galletas "Vigor" que no tenían comparación con las "María" que compraba mi madre, y aunque escondía la caja metálica en los rincones más insospechados, siempre dábamos con ella. Íbamos rellenando el fondo con papel de periódico conforme nos las comíamos para que no se notase la merma al abrir la caja. Ahora comprendo que sería un juego consentido.
Mi tío intentó conservar el pelo con remedios caseros. Se untaba en la cabeza un potingue que le hacía mi madre con yemas de huevo y abrótano macho, pero no tuvo mucho éxito, cada día estaba más calvo.
En una época le dio por bañarse en la playa al amanecer. Salíamos de casa con las primeras luces del alba y por el camino de la Torna, entre huertos de tomates y boniatos, llegábamos a la Torrecilla. Si en ese tiempo no se bañaban nada más que los cuatro madrileños que paraban en la fonda frente a nuestra casa, a esa hora no lo hacía ni Dios. Yo le saqué gusto a esos baños. Me enseñó a nadar sujetándome por la barbilla y era un disfrute correr por la playa solitaria.
Aunque controlaba la disciplina en casa, siempre estaba con la retahíla: “si fueseis míos estaríais más derechos que una vela” y allí sólo se "retorcía" mi hermano que como era el pequeño podía hacer lo que le viniese en gana.
Me trasmitió su amor por la sierra. Con el subí por primera vez al cortijo del Imán y al nacimiento del río Chillar. El cortijo del Imán, aislado en lo alto de la sierra, había pertenecido a un imán de Cómpeta durante el periodo árabe y aún mantenía el nombre.
No era hombre de copas ni de café. A pesar de tratar con todo el mundo consiguió pasar toda su vida sin entrar en un bar. Sí era superior a sus fuerzas estrechar la mano a los que habían pasado por el hospital de Fontilles; sabía que la lepra tenía cura, pero más de una vez presencié a alguno quedarse con la mano extendida en el aire.
Mi tío hizo su carrera política. Alcanzó a ser presidente local del sindicato vertical, siendo pequeño propietario; para algo sería vertical el sindicato. El sindicato sólo se nombraba por sus iniciales C N S, nada de sindicato ni algo que se le pereciese por muy vertical que fuera. Yo, que no conocía el significado de las iniciales, las traducía "Comemos Nosotros Solos". Durante ese tiempo me cansaba de actuar de portero en casa: todo el día estaban llegando papeles para que los firmase.
Mi tío Federico, que llegó a mocito viejo, se pasó media vida buscando novia. De vez en cuando se perdía, y era que había salido a recorrer unos cuantos pueblos de Granada donde teníamos parientes - y sobre todo varias parientas -, a ver si alguna le venía bien. Volvía muy contento de su turné, contando historias de Agrón y Chimeneas, pueblos que a mí me parecían de otra época en un mundo lejano. Con todo ninguna candidata llegó a cuajar.
No tuvo suerte, acabaron casándolo con una pelagarta y terminó sus días de campanero en la ermita. Esa es otra historia.
Cuando discutía con mi madre acababa siempre diciendo: “para ti la perra gorda, me voy a tomar los baños de asiento". Esto podía ocurrir a mediodía o por la tarde, no había hora fija para las discusiones. Nunca supe en que consistían los baños de asiento. En casa había un cuarto de aseo grande, como para correr caballos, pero únicamente tenía lavabo y retrete; claro que sí teníamos un barreño grande de cinc donde mi madre nos bañaba. Quizás mi tío lo usase para sus baños de asiento.
Mi tío Federico era un adelantado a su época; medio naturista, consultaba sus manías a un galeno que diagnosticaba los males mirando con una lucecita la niña de los ojos. A nosotros nos venía bien. El tal galeno le mandaba tomar unas galletas "Vigor" que no tenían comparación con las "María" que compraba mi madre, y aunque escondía la caja metálica en los rincones más insospechados, siempre dábamos con ella. Íbamos rellenando el fondo con papel de periódico conforme nos las comíamos para que no se notase la merma al abrir la caja. Ahora comprendo que sería un juego consentido.
Mi tío intentó conservar el pelo con remedios caseros. Se untaba en la cabeza un potingue que le hacía mi madre con yemas de huevo y abrótano macho, pero no tuvo mucho éxito, cada día estaba más calvo.
En una época le dio por bañarse en la playa al amanecer. Salíamos de casa con las primeras luces del alba y por el camino de la Torna, entre huertos de tomates y boniatos, llegábamos a la Torrecilla. Si en ese tiempo no se bañaban nada más que los cuatro madrileños que paraban en la fonda frente a nuestra casa, a esa hora no lo hacía ni Dios. Yo le saqué gusto a esos baños. Me enseñó a nadar sujetándome por la barbilla y era un disfrute correr por la playa solitaria.
Aunque controlaba la disciplina en casa, siempre estaba con la retahíla: “si fueseis míos estaríais más derechos que una vela” y allí sólo se "retorcía" mi hermano que como era el pequeño podía hacer lo que le viniese en gana.
Me trasmitió su amor por la sierra. Con el subí por primera vez al cortijo del Imán y al nacimiento del río Chillar. El cortijo del Imán, aislado en lo alto de la sierra, había pertenecido a un imán de Cómpeta durante el periodo árabe y aún mantenía el nombre.
No era hombre de copas ni de café. A pesar de tratar con todo el mundo consiguió pasar toda su vida sin entrar en un bar. Sí era superior a sus fuerzas estrechar la mano a los que habían pasado por el hospital de Fontilles; sabía que la lepra tenía cura, pero más de una vez presencié a alguno quedarse con la mano extendida en el aire.
Mi tío hizo su carrera política. Alcanzó a ser presidente local del sindicato vertical, siendo pequeño propietario; para algo sería vertical el sindicato. El sindicato sólo se nombraba por sus iniciales C N S, nada de sindicato ni algo que se le pereciese por muy vertical que fuera. Yo, que no conocía el significado de las iniciales, las traducía "Comemos Nosotros Solos". Durante ese tiempo me cansaba de actuar de portero en casa: todo el día estaban llegando papeles para que los firmase.
Mi tío Federico, que llegó a mocito viejo, se pasó media vida buscando novia. De vez en cuando se perdía, y era que había salido a recorrer unos cuantos pueblos de Granada donde teníamos parientes - y sobre todo varias parientas -, a ver si alguna le venía bien. Volvía muy contento de su turné, contando historias de Agrón y Chimeneas, pueblos que a mí me parecían de otra época en un mundo lejano. Con todo ninguna candidata llegó a cuajar.
No tuvo suerte, acabaron casándolo con una pelagarta y terminó sus días de campanero en la ermita. Esa es otra historia.
No se te ocurra contar la historia de "Cuando Tito Fede Me llevaba de putas". Me ha gustado.
ResponderEliminarUn abrazo
Me gustaría de aquí a unos años ser capaza de contar tan bien como tú las historias de "mi tio Miguel" cuando de pequeño nos hacía sufrir aquellos madrugones que yo odiaba para ir a dar vueltas por la sierra...
ResponderEliminarUn abrazo de tu sobrino que te lee aunque comente poco...
Rafa, esa es otra historia. Cómo "tito Manuel" era el encargado de llevar a los quintos, después de tallarlos, de putas a la capital. Expresiones
ResponderEliminarMi querido sobrino, una alegría verte por esta casa. Seguro que escribes la historia de la familia mucho mejor que tu tío. Un abrazo lleno de expresiones.
ResponderEliminarMuy bien, compadre. Ya te di mi opinión en privado. Mágnifico relato, que retrata perfectamente a este personaje tan querido también por mí.
ResponderEliminarLagartijo.
Gracias compadre. Tú sabes, como nadie, el cariño compartido durante tantos años con el tio Fernando. La de días que nos llevó a la playa, después de sacar las semillas a los tomates. Expresiones afectuosas.
ResponderEliminarMuy bueno lo de "Comemos nosotros solos", como toda la historia. Saludos
ResponderEliminarGracias Sergio, nos vemos en tu casa. Expresiones
ResponderEliminarMe encantó tu forma tan ligera de escribir, una biografía muy bien lograda. Espero pasar por aquí pronto, saludos.
ResponderEliminarGracias Airamana. En tu honor nos hemos tomado unos vasos de chicha morada. Toda una alegría ver savia nueva en esta casa. Expresiones.
ResponderEliminarPiedra