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26 julio 2009
Día de playa. Nerja 2009
El día amaneció con brisa de levante y las nubes se refugiaron en lo alto de la sierra. La Cuesta del Cielo estaba cubierta, no se divisaba Cerro Gordo, y aunque la costa quedó limpia de taró, el horizonte aún no se distinguía con claridad.
La abuela se asomó a la ventana y comprobó que haría buen día de playa. Tampoco es bueno tanto sol, si se nubla un poco, los baños son más agradables. El pleno sol achicharra y no hay piel que lo aguante.
Antoñito tomó su buen tazón de leche con los cereales vitaminados y fue a buscar el flotador amarillo que estaba encima del armario; el bañador ya lo tenía puesto desde que se levantó esta mañana. Estaba ilusionado con su flotador, aún no lo había probado en la mar y no estaba seguro de que lo mantuviese a flote, ya veríamos cómo se comportaba.
La abuela había quedado con Mercedes y Paquita en bajar el domingo a la playa, irían temprano, antes que los turistas copasen la primera linea y no quedase sitio para sus sillas. Estaban acostumbradas a bajar con ellas y tomar baños de pies en el rebalaje.
Paquita además estrenaba biquini y dudaba si, a sus años, el estampado blanco sobre fondo negro le iría bien.
Comprobaron que el día, ni de encargo. La mar estaba en calma, el sol calentaba lo suficiente pero no molestaba y Antoñito pudo ver que el flotador le funcionaba a las mil maravillas, tanto que quería convencer a su abuela para que lo probase, le decía que no había peligro de hundimiento, si había resistido con él, también podría con ella; sin saber que hacía más de 30 años que su abuela llevaba a rajatabla lo de “ desde los 40 pa´rriba no te mojes la barriga”.
Fotografía: playa de Burriana, Nerja.
24 julio 2009
Entre la tierra y la mar
El aire de la mar trae olores a madera y brea, de cuando el calafate hacía barcas marineras a la sombra de la parra, al pie de los tajos en la misma arena. En aquella playa pequeña donde los turistas tomaban el sol, con permiso del guardia municipal, entre redes y barcos de pesca.
En aquella época el municipal blanco recorría las playas a la busca y captura de las bañistas en biquini, a las que obligaba a cubrir sus carnes sonrosadas con telas más amplias o dejar el baño para la intimidad de la casa. A eso de las 2, después de hacer la ronda por las playas, subía al boquete de Calahonda y a todos los que entrábamos al pueblo en bañador y con la camisa puesta, nos animaba a colocarnos pantalón largo; no estaba bien visto andar por el pueblo con pantalón corto si ya eras un mozalbete de pelo en pecho.
Eran años que corríamos de playa en playa por las grietas de los tajos entre la mar y la tierra; de Calahonda pasábamos al Chorrillo y a Carabeo, para muchos días, con la mar en calma, llegar a Burriana, donde la playa siempre estaba desierta y podíamos correr a nuestras anchas hasta el Lobo Marino, allí estaba la cueva que había conservado el nombre de cuando las focas habitaban en estas costas. Jugábamos a subir al “pasero” - una roca de superficie inclinada al mar- y saltar al agua una y otra vez hasta que era hora de volver a Calahonda donde teníamos la ropa.
Otros días nos dedicábamos a buscar “morcillones” - mejillones - , lapas y “viejas” -caracolas marinas- que cocíamos en la misma playa haciendo un fuego con cañaveras; con el aperitivo de los mejillones nos entraba más ganas de comer y rápido subíamos la cuesta, chorreando agua, para en el mismo boquete, antes que el municipal te lo dijera, ponernos el pantalón largo al entrar en el pueblo.
Hoy se conserva la casa con la parra del calafate, y a veces llega hasta el Balcón de Europa el olor a madera y brea, cuando la memoria y la mar están en calma.
Fotografías: acantilados de Nerja y casa del calafate. Málaga.
18 julio 2009
Jarrón con jazmines
Entraba despacio en casa y al principio no veía nada, la oscuridad parecía densa. Hacía varias horas que estaba el candil encendido y la “torcía” ya sólo daba una tenue luz que en contraste con el quinqué, encendído sólo los días de fiesta, no llegaba ni a iluminar la entrada.
Poco a poco me fui acostumbrando a la poca luz y volví a distinguir el dibujo de las baldosas; era una greca que imitaba a las alfombras de flores que era raro ver en los pueblos de la sierra.
Con la horquilla del pelo atusé la corta mecha y una llama alta iluminó la cocina-salón-estancia de paso a los dormitorios que de todo servía la habitación grande a la entrada. Entonces, vi claramente la radio en la alacena con su pañito de croché para protegerla del polvo y la jarrita con el ramillete de jazmines que nos libraba de los mosquitos.
A un lado, la fotografía del abuelo con su uniforme de los Regulares de cuando hizo la mili en Africa y al otro, la de la primera comunión de Miguel vestido de marinero; en medio la pecera con los peces de colores que daban vueltas y vueltas ajenos al ritmo de los días.
El plato con las monedas sueltas estaba hoy tan raquítico que seguro que no daba ni para los pobres que venían a pedir los viernes; menos mal que estábamos a miércoles y para entonces daba tiempo a no tener que “mandar con Dios” a los cuatros mendigos que estaban habituados a venir por casa.
Lo que nunca me expliqué era el cuadro enmarcado con el mapa pirata que colgaba al lado de la alacena, cerca de la cocina. Estaba negro del humo de la chimenea, pero nunca se limpiaba, como si al limpiarlo se fuese a borrar el lugar donde se indicaba con una cruz el hipotético tesoro, digo hipotético porque nunca nadie de la familia se había preocupado por averiguar qué hacía ese cuadro en ese lugar, que según la tradición era heredado por la hija mayor de la casa y, hace tiempo que se había perdido el nombre de la primera dueña del mismo.
16 julio 2009
Pinus halepensis var. nana
“La presencia de densos bojales (Buxus balearica y Cneorum tricoccum), la sustitución del pino carrasco (Pinus halepensis) por el negral (Pinus pinaster), pasando por una variedad nana del halepensis en el mismo límite termo-mesomediterraneo, y la recuperación del encinar (Paeonio-Quercetum rotundifoliae) sin peonías, a partir de los años 50 en que el butano vino a sustituir al carbón; nos muestra la riqueza botánica de la zona”
El párrafo entrecomillado se publicó en el año 1991 en “Paisaje y Educación ll”. Miguel Bueno. ISBN 84-7170-110-3 . Editorial Imprenta Santa Rita. Granada.
Hace 20 años descubrimos la variedad nana del halepensis en una excursión por el barranco de los Cazadores en sierra Almijara. Nerja (Málaga). Me acompañaban mis dos hijos Miguel y Enrique, y mi primo José Bueno.
Al acceder al barranco después de subir la cuesta tras la mina del “Uno” observamos enfrente un árbol de porte semiesférico y color verde limón que claramente destacaba entre los pinos vecinos. Nos acercamos y pudimos comprobar que era un pino con todas las características de halepensis pero de acículas muy pequeñas y piñas de miniatura, tronco grueso y porte redondeado. En la publicación arriba reseñada queda una fotografía del acontecimiento.
Un año más tarde me decidí a recolectar piñas y sembrar los minúsculos piñones en un plantero. Para mi sorpresa todos los piñones germinaron y obtuve más de 50 plantones. Muchos de ellos transplantados en vasitos de yogur y bolsas de pástico, los subí a la sierra, al pie del tajo Perruchino y en los alrededores de la boca de la mina “El Uno” con la esperanza de crear una poblacíón de varios ejemplares y poder estudiarlos con detenimiento.
Un ejemplar lo planté en el jardín de Nerja y ha crecido como un pino normal de la especie halepensis. Otro lo plantamos en el jardín de Ernerto Pimentel, autor del trabajo botánico sobre el “Monte Victoria” Málaga, publicado en Paisaje y Educación l, y tiene todas las características de la variedad nana. El porte es semiesférico y después de 15 años alcanza los 2 metros de altura.
Consultada la bibliografía en “ Flora Ibérica” no aparece ninguna referencia a variedad nana en Pinus halepensis.
En internet únicamente aparece mi referencia publicada el 8 de abril de 2005 en miguelbueno.blogspot.com dentro del trabajo “ Tajo Almendrón. Sierra Almijara. Nerja ".
Las fotografías que encabezan este trabajo han sido realizadas durante el mes de julio de 2009 por Miguel Bueno y ponen de manifiesto la gran diferencia entre dos pinos reproducidos al mismo tiempo con semillas de la mima planta.
Málaga diciembre 2013
Os paso el enlace http://www.cma.gva.es/webdoc/documento.ashx?id=151396
al buen trabajo de P. Pablo Ferrer y Emilio Laguna "Sobre las variedades enanas de Pinus halepensis...", donde se recoge la referencia a mi descubrimiento del Pinus halepensis var. nana en la sierra Almijara, Málaga.
http://www.habitatge.gva.es/documents/91061501/91067871/Toll_negre_12_2010_Pinus+minor/f8638db6-40d7-4ca7-a1fe-a10844821abc;jsessionid=C177BD5FFB5D2FE17B34F34A58F8F1AE.node1?version=1.0
13 julio 2009
Cuento de Kendra y Enriqueta
Érase una vez un bosque azul, un sillón verde, un plato lleno de nubes y un corazón tan grande que ni la ansiedad por lo desconocido le era indiferente.
Mi niña quiere que le cuente un cuento en el que los pájaros sean rojos, las ardillas amarillas y los sueños de color verde; un cuento en el que el viejo rey sea el príncipe y la princesa tenga coletas blancas con pendientes de coral trasparente, ni rojo ni amarillo ni verde.
Un cuento de colores y colorines brillantes, que haga envidiar al arco iris de la mar, aquella mar amarilla y roja que se adivina por poniente en los días de luna verde.
Mi niña está enamorada de la luna verde, y el príncipe encantado duerme con la rana entreverada en el bosque, entre barrancas y pendientes, de las que sueña mi niña al ver caer la tarde con el sol azul antes de esconderse.
El cuento dice así:
Érase una vez una abuela de pelo añil que tenía una niña rubia, de pelo dorado como el oro, y en los días de abril subían al caballo bayo, sin montura ni bocado, para correr entre ceibas azules por los bosques de ensueño en las islas de ultramar: donde ni la mar es de azul marino, ni el cielo de azul celeste, ni las nubes son blancas como la nieve.
En la isla la nieve era verde, el cielo amarillo, la mar blanca y la tierra de muchos colores, tan claros y luminosos que al mirar se veían del revés, el verde parecía azul, el amarillo violeta y el rojo, a veces, era blanco como la nieve del país de los sueños derechos.
En la isla, la abuela soñaba con su nieta de ojos azules, piel de nácar, pelo luminoso como el metal y dientes de marfil; soñaba con cabalgar en los caballos tordos, por los caminos no transitados ni andados, correr al trote limpio por las playas de arena negra brillante y agua verde esmeralda, entre tunas de higos rojos o morados, con flores amarillas y rosadas; rocas azules y tierras con vides verdes escondidas. Tan escondidas que sólo las veían las niñas que cabalgaban con sus abuelas en las tardes claras, cuando el levante no soplaba y la mar quedaba en calma como un lago verde casi esmeralda.
Hoy la niña Kendra cabalga con su abuela grande Enriqueta, entre araucarias altas y ceibas azules y blancas.
La abuela está feliz, muy contenta. Ya corren por las tierras pardas, bajo la luna verde de cielos amarillos y noches claras, plenas de luz, como en el alba.
Fotografía: Enriqueta y Kendra.
08 julio 2009
Días de luz y mar
“no tengo prisa
si me das tiempo
detendré la lluvia
con las manos
no tengo planes:
un jardín no es el futuro
toda tu boca
toda mi piel
ahora”
Isabel Bono
Hoy encontré los versos de Belinka, ahora ya no tengo prisa.
Deseo el tiempo detenido en estos días de luz y mar. Leer despacio, lento, verso a verso y recordar aquellos tiempos en que no molestaba ni la lluvia ni el viento, en que las tardes y los días infinitos parecían prolongarse sin fin.
Aquellos días en que tu piel en mi boca sabía a miel con canela, y yo la recorría a ciegas, sin llegar a conocer los caminos, en una aventura hacia lo desconocido.
Días de paseos largos en silencio, siguiendo el caminar a saltos de los gorriones por sendas aún no transitadas o intentando ver a la abubilla con su penacho de plumas, ya por mayo, cuando la primera calor. Otros días eran las garcillas las que llamaban tu atención y me hacías contar las motas blancas en los barbechos de la vega.
Aquellas tardes de primavera, cuando me preguntabas el nombre de las flores que cogíamos por las veredas, unas azules y otras blancas, a veces rojas como el color de tus mejillas al besarme.
Después vinieron días veloces, tiempos de tanta prisa que pasaban sin sentir. Años que fueron días y entre la rutina de las horas se escaparon de las manos como el correr del agua en la tormenta.
Ahora deseo detenerme, vivir el anhelo de cada día, como si tuviese todo el tiempo del mundo para un verso, para un recuerdo, una flor, una piedra de la playa, un beso al atardecer.
No tengo planes, tengo la silla a la sombra de la higuera y cuando aprieta el calor me siento a mirar cómo la ardilla sube y baja del aguacate, el mirlo que busca y rebusca entre las hojas secas caídas y al gato que atraviesa despacio, con todo el tiempo del mundo, delante de mi. Otras veces, tomo los versos y leo sin prisa al ritmo de estos días de luz y mar.
Fotografía: higuera en Nerja.
06 julio 2009
Flores de piedra
A Belinka
Ayer le regalé una piedra
blanca y negra,
que me dio la mar.
Una piedra pequeña
pulida, brillante.
Vi en sus ojos
sorpresa y emoción.
Lustros de ausencia
quedaron en días.
Recuerdos añejos,
volvieron al presente.
Años de lucha y trabajo
en el tiempo detenido
sin parra, con terral
a inicios de verano.
Fotografía: de Celindas en Nerja.
Ayer le regalé una piedra
blanca y negra,
que me dio la mar.
Una piedra pequeña
pulida, brillante.
Vi en sus ojos
sorpresa y emoción.
Lustros de ausencia
quedaron en días.
Recuerdos añejos,
volvieron al presente.
Años de lucha y trabajo
en el tiempo detenido
sin parra, con terral
a inicios de verano.
Fotografía: de Celindas en Nerja.
03 julio 2009
Alerta!
¡ Alerta ! ¡ Alerta !
¡ Barco pirata a la vista !
Preparen batería.
Veinte grados a babor.
Apunten.
¡ Fuego !
Ruge el cañón,
vuela la bala
en el espacio infinito
del juego soñado.
Edad bendita
de juegos compartidos.
Padre e hijo,
el padre se hace niño
y el niño se hace grande
en la espera
del juego repetido.
Fotografía: Enrique y Áyobe
01 julio 2009
Mi niño crece
Mi niño se hace grande.
Ríe, tomando helados con la luna verde.
Mira cómplice, de reojo, y espera en tu mirada,
compartir el juego descubierto.
Mi niño crece.
Nombra a las personas, con palabras inventadas.
Sabe de la ironía, el doble juego.
Me llama abuelo,
Miguel otras veces.
Llora cuando sin razón lo ofendes,
perdona al verte dolido.
Mi niño crece.
Mi niño se hace grande,
por días, a pasos de gigante.
El abuelo no sabe, si es cosa de abuelos
lo que mi niño sabe.
Mi niño se hace grande.
Mi niño se hace grande
mi niño crece,
con la luna verde
con la luna verde
¡ay! con la luna verde.
Fotografía: Áyobe, Balcón de Europa. Nerja.