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Ya cuando accedes al tren, te liberan de las maletas. Las
maletas las llevan al vagón almacén y tu subes libre como un pajarito.
Entras en los años 20 del siglo pasado, mesa con tulipa y
mantelito. Adornos modernistas por doquier, iluminación con lamparitas en el
techo, aunque hace un sol espléndido, y varios camareros uniformados que
rápidamente te preguntan que aperitivo deseas.
Has subido al Andean Explorer en Cusco y te esperan 10 horas
de viaje hasta Puno.
Los primeros kilómetros se hacen paralelos al río Huatany
entre poblados de adobe y montes con eucaliptos.
Te molestan los eucaliptos, no has hecho 12000 Km. para ver
eucaliptos y esperas que cambie el paisaje, y en verdad cambia.
Con la altura
desaparecen los eucaliptos, se abre el valle y comienzas a ver los picos
nevados de la cordillera andina, los valles glaciares con su U característica y
los circos cubiertos de nieve.
La gran extensión del altiplano, con rebaños enormes de
alpacas, que han bajado de las cumbres para aparearse al final de la temporada
de las lluvias, no te dan descanso, y consigues la foto del macho montando a la
hembra.
Al llegar a La Raya (4321 m.) el punto más alto del
recorrido, el tren se toma un respiro, descansa, y los viajeros podemos bajar
al mercadillo, entre cumbres nevadas al
alcance de la mano. Nos dicen, que esta mañana
habían amanecido nevadas hasta las mismas vías del tren.
Te mueves lentamente, le temes al soroche, y entre la falta
de oxígeno y la belleza del paisaje estás como un poco ido. Compras unas
cuantas bufandas finísimas de lana de alpaca para los amigos, y la consorte que
ha cogido el soroche te la monta.
Haces las fotos a la ermita y dejas constancia de las
paisanas que visten sus ropas tan coloridas.
Al toque del silbato,
vuelves al tren, y aunque el camino ahora desciende, no por eso aumenta la
velocidad.
Te vas al vagón “mirador” y sigues haciendo fotos a los
pequeños poblados del altiplano, a los rebaños de alpacas y al mismo tren, que
se deja fotografiar sin protestar.
Se abre aún más el altiplano y los ríos van, en la llanura,
tan lentos como el tren.
De pronto cambia la visión, entramos en Juliaca, nos abrimos
paso dentro de un gran mercado, con los puestos casi rozando las ventanillas.
El tren circula solo tres veces por semana y el espacio de las vías es mientras
tanto aprovechado para vender y comprar, retirando la mercancía momentos antes
de que pase.
Se vende, se repara o se cambia cualquier tipo de mercancía.
Nos cuentan que vienen al gran mercado todas las gentes de los pueblos vecinos,
incluso desde el mismo Puno, a 45 Km. de distancia.
Con las últimas luces del día llegas al lago Titicaca, pero
esa es otra historia.
Piedra