Salimos de Pacanda para la estación de Posada a las 7,30 de la
mañana con 4º C, sin escarcha en el prado, pero con hielo en el parabrisas,
cosa que no veía desde mis años antequeranos.
A las 7, 52 con extrema puntualidad subimos al tren. Los
coches muy limpios, con calefacción suficiente, sin agobiar. Pudimos elegir
asiento a placer, solo otros dos viajeros nos acompañaban en los dos vagones.
Nada más salir, dimos con la mar en San Antolín que nos
sorprendió por su cercanía, pareciese que íbamos directo a la playa.
Al parar en la estación de Nueva, pudimos ver el pueblo de
tan bellas viviendas, aún dormido en el fondo del valle.
Pronto caminamos al lado del Sella que parecía un lago
tranquilo. La estación de Cuevas, un puro juguete, entre sus azules y
amarillos.
Hasta Arriondas, un disfrute de prados cuidados con sus
árboles cerrando el horizonte.
No quise ver los montes negros de tanto incendio, estaba
dispuesto a disfrutar del viaje pese a quien pese.
Desde Arriondas, entramos en la Asturias interior. Un dolor
de campos abandonados y viviendas en ruinas. Las que estaban de mejor ver, con
carteles de “Se vende”. Las pocas pomaradas, aunque querían florecer, dejaban
ver el abandono de sus dueños. Campos mustios. De vez en cuando algún caballo
perdido en los amplios pastizales. Casas enormes que fueron algún día ilusión
de sus dueños y hoy tan perdidas como ellos, quizás en otras tierras lejanas
que le puedan dar de comer.
Algunas estaciones cuidadas , pero la más, reflejo del
abandono de todo: campo, casas, apeaderos, bosques y matorrales.
La temperatura iba subiendo con el caminar del tren y al
llegar a Oviedo, un día esplendido de primavera con 20 grados.
Un disfrute caminar por Oviedo. En la plaza frente al teatro
Campoamor, nos recibieron con las gaitas y tamboriles de un grupo de baile.
Todos los sábados de primavera y verano, vienen a danzar grupos de toda
Asturias.
En Oviedo, aún se observan las heridas de la crisis, con
muchos locales en venta o a traspasar, pero la belleza de su casco viejo con
las balconadas repletas de geranios en flor
y sus mercadillos callejeros pregonando a viva voz sus mercancías dan
sabor al visitante.
Como la tarde era muy agradable, nos fuimos a descansar
entre la arboleda del Parque San Francisco.
Puntual, a su hora salimos en el viaje de vuelta con unos
vagones que parecían a estrenar, para llegar entre dos luces a Posada, a la
hora prevista.
Por 8,20 euros de ida y vuelta, no podemos pedir nada más al
Feve. Nos permitió un día maravilloso en Oviedo.
Piedra
No puedes decir que no has viajado, que no has vivido.
ResponderEliminarBenditas vivencias las de tus fotografías.
Gracias Soco.
ResponderEliminarYa se hace lo que se puede, mucho menos de lo deseado. Imagina las ganitas de visitar la Pacanda mexicana.
Expresiones
Piedra
Con la imaginación también se vive.
ResponderEliminar·.
ResponderEliminarYa me encantaría hacer ese viaje. Lo describes de tal manera que es una maravilla.
Las fotos, como siempre, llenas de vida y color.
abrazos MyM
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