De Rodalquilar al cortijo del Fraile: Almería
Miguel Bueno Jiménez, «Piedra»
Si, según la mitología griega, los gamones tapizan los campos de entrada al Averno, los caminos de Rodalquilar nos llevarían directamente al infierno. Pero como los mitos son mitos, la realidad es muy distinta y los caminos de Cabo de Gata, en estos días soleados de enero, cuando la verdadera primavera florece por todos los rincones, nos acercan al paraíso. Un paraíso verde que puede romper muchas ideas previas sobre el desierto de Almería.
En primer lugar, Cabo de Gata no es Tabernas, aquí las rocas volcánicas producen unos suelos feraces, donde las pocas lluvias de invierno y las altas temperaturas cubren con un tapiz verde cualquier rincón. En Tabernas, las arcillas yesíferas muy erosionadas, originan el paisaje de badlands (tierras malas), donde no puede enraizar ni el espartano esparto.
Además de recomendar la visita invernal al Parque Natural de Cabo de Gata, me permito sugerir que debe hacerse lo antes posible. Los estragos del escarabajo picudo son atroces y me temo que en pocos años acabe con todos los palmerales del parque. Ya son visibles, por doquier, los muñones de palmeras que quedaron sin su arboladura, como mástiles muertos de barcos a la deriva. Es un dolor que se va clavando muy profundo en mis andaduras por Andalucía, desde Huelva a Almería, la infinidad de palmeras que han caído víctimas del «picudo», y claman al cielo contra aquel infausto alcalde de Almuñécar.
En el centro de la gran caldera volcánica del valle de Rodalquilar, destaca la Torre de los Alumbres, construida en 1509 para defender las minas de alumbre, la gran riqueza de todo el siglo XVI en la zona. El alumbre es un sulfato alumínico potásico utilizado como mordiente para fijar los colores de los tejidos en épocas pasadas. Su importancia era tal que Felipe II lo utilizó como arma de guerra, prohibiendo su exportación a Flandes y a Inglaterra, lo que durante unos años trajo la ruina al antiguo Rodalquilar que se localizaba en las inmediaciones de la Torre. La minería del alumbre se acabó en la zona el año 1592, cuando empezó a utilizarse otro método mucho más económico para obtenerlo.
También hemos de destacar el castillo de San Ramón, levantado en 1764 en los acantilados al este de la playa del Playazo, para defender las minas de plomo. En 1875, fue vendido por el Estado por 1500 pesetas y actualmente es residencia privada muy deteriorada.
La fiebre del oro en Rodalquilar comienza en 1883, muy poco después de acabar la minería del plomo en la zona, al descubrirse el metal precioso en la mina «Las Niñas» del barranco del Lobo, a menos de 1 km del pueblo.
La historia del oro en Rodalquilar es la historia de la minería española en los siglos XIX y XX. Se inicia con pioneros, algunos de los cuales llegaron a cantar victoria, pero muchos perdieron capital y vida excavando en solitario las chimeneas volcánicas, después, entra capital local y nacional para acabar en manos de ingleses y alemanes, antes de que el Instituto Nacional de Industria (INI), en plena autarquía, las explotase hasta el año 1966 con su empresa Adaro. Desde el año 1943 hasta el cierre, Adaro extrajo 1,6 millones de toneladas de mineral aurífero con una ley media de 3,5 gramos por tonelada.
Nosotros conocimos las instalaciones mineras y recogimos muestras de rocas en las que a simple vista se observaban pequeñas agujas de oro, en una visita con los compañeros de la promoción de Geológicas de Granada, creo recordar que fue en el año 1967. En esos momentos, el INI estaba sondeando para determinar aquellas zonas en que la ley de oro fuese como mínimo de 3 gramos por tonelada de roca, límite de la rentabilidad en esos momentos.
No volvieron a abrirse. Salvo un breve paréntesis, por una subida en el precio del oro, entre 1989 y 1990, en que cerraron definitivamente.
Hoy sus instalaciones sirven de escenario para infinidad de películas, quizás la más famosa, En busca del arca perdida (1981).
Desde Rodalquilar, al pie de las instalaciones mineras abandonadas, parte la misma carretera que conocí de estudiante: ancha, con quitamiedos de obra y sin asfaltar, que nos lleva al cortijo del Fraile. El mismo paisaje de escombreras a boca de mina y la idéntica carretera, que por un momento pensé que tenía 20 años y paré para rebuscar en las riolitas alguna aguja de oro, claro que había olvidado mi martillo de geólogo, que tantas veces me acompañó en mis salidas al campo y ahora cambié por la cámara de fotos para captar las flores. Me quedé sin oro.
El cortijo del Fraile fue construido por los frailes dominicos en el siglo XVIII y explotado con cultivos de olivos y vides. En 1836, durante la Desamortización de Mendizábal, se dividió y vendió a varios propietarios, pasando más tarde a manos de una familia de la burguesía almeriense que lo usó como panteón hasta la década de los 80.
En 1933, se estrenó la obra de García Lorca «Bodas de sangre», inspirada en un crimen pasional ocurrido en el cortijo en 1928 y hoy está declarado Bien de Interés Cultural con la tipología de Sitio Histórico desde 2011.
Si es emocionante ver el cortijo de cerca, después de haberlo visto tantas veces en imágenes, no lo es menos disfrutar de la vista de los feraces campos de lechugas, coles, coliflores y todo tipo de verduras, que ocupan el valle alrededor del cortijo, en cultivos al aire, sin invernadero, en pleno invierno almeriense.