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19 julio 2019

Orbaya en Pacanda

Vibran los azules y los verdes.
Orbaya tan suave que apenas se divisa.
Las tejas dejan sus gotas sobre las hortensias. Van cayendo al ritmo de la música de los yoqueros, que repican desde el fondo del valle.
Vibran azules y verdes.
Vibran  las hortensias, mientras el orbayo cubre de perlas blancas las briznas de hierba.
Mañanas de Pacanda.
La lavandera, con su grácil baile de cola, se acerca previsora al comedero,  libre ahora de gorriones.
El pizpireta petirrojo sigue sus pasos a saltos cortos, hasta llegar al pan tierno, no le gustan las cortezas.
Esta mañana madrugó el arrendajo, con sus llamativos azules y blancos en su fondo pardo, vino a desayunar en Pacanda.
Hoy las rosas están tristes, ellas prefieren el sol, al orbayo, pero destacan su silueta amarilla, rosa y roja sobre el verde del prado, al pie del verde oscuro de las encinas.
El rebaño de casinas toma la mañana con calma, saben que tienen el pasto asegurado y no lo prefieren tan mojado. Se tumban a rumiar lo ya comido.
El maíz parece que lo estiran, agradecen este agua fina y crece deprisa al resguardo del jabalí.
Los gorriones vuelan rápido, como si en ello le fuese la vida, descansan un momento en la maraña del acebo, y salen raudos hasta la altura de la jacaranda, para divisar el prado desde lo alto. Lo miran todos los días, pero les ocurrirá lo mismo que a nosotros. No se cansan de mirar cómo van cambiando, día a día, las flores de Pacanda.

Piedra

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