03 noviembre 2006

Dolores “La Reina”

Este día había convocado a los espíritus. Era un día gris, plomizo, lluvioso, no con una lluvia tranquila, llovía con aguaceros de tormenta y el empedrado de la calle relucía con cada relámpago. Parecía un día de invierno aunque estábamos en el mes de los difuntos.
Dolores temía que su difunto Paulino (que Dios guarde pronto en su seno), resbalase en esa calle y se esnoclase por segunda vez. Ya lo había hecho hacía 16 años y desde entonces vagaba por las calles del pueblo. Claro que ella lo tenía muy fácil, cada vez que sentía necesidad de consultar algo lo convocaba, y su difunto, a veces solo y otras acompañado de parientes, acudía a su llamada.
Hoy tenía lo de su Carmela y aunque el día no acompañaba era urgente la consulta. Carmela se había subido a la ventana antes de tiempo y el cura para casarla, exigía que fuese de madrugada y de color. El cura, como otros muchos, se había autonombrado guardián de las virginidades ajenas y no permitía que una preñada se casase de blanco.
A ella, lo de la madrugada no le parecía malo, casándose al amanecer, tenían todo el día para ellos y les podía cundir. No pasaba por lo del vestido, nadie tenía que pregonar la desgracia de su hija.
Parece que la estoy viendo, como si fuese ayer. Entraba en el cuarto largo junto al patio y dejaba la puerta entreabierta para que los espíritus pasasen cómodamente. Apoyada en la cañavera de la escoba, en una esquina, discutía con su difunto:

- A lo hecho, pecho.
- No es eso. Es que no es quien para meterse con el vestido.
- Mujer, no puedes discutir con el cura. El que manda, manda.
- Y tu hija, ¿Qué dice?
- Ella calla, lo que digamos nosotros.

Dolores, para salir a la calle, se colocaba su pañuelo negro en la cabeza y se le subía el orgullo a la cara, entonces parecía afilarse un poco más la nariz y la mirada se hacía más penetrante. Conocía que el poder suyo de convocar a los espíritus era sólo de algunos señalados y andaba muy erguida, como una reina.

(Dolores, ejercía de espiritista, consultando y transmitiendo recados a los espíritus. En el pueblo era conocida como Dolores “La Reina” y en realidad su prestancia era tan llamativa que el apodo le venía como anillo al dedo.)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿O sea que existió esa Angustias? ¿Es la misma que indica Pitufa en su cuento?

Un relato muy auténtico, Piedra, quiero decir en el contenido, parece una historia de esas de antes, como todas la tuyas, con mucho sabor a tradición popular.

Un placer leerte.

(eso de que hablaba con los espíritus lo diría ella ¿no?)

¿o nooooo? :-O

La Reina; un mote precioso, ¿eh?

Espuma

Cabreher dijo...

Historias auténticas con sabor a pueblo. Y como pregunta Espuma, seguro que existió de verdad esa Angustias, el cura y todos. No cabe duda que todo eso es para mí una fuente muy importante para escribir, porque cada familia y cada vecino, a los que conoces bien, tiene detrás una historia diferente y, a veces, de lo más extrañas y pintorescas.
Pero todo eso que cuentas se enriquece con tu palabra siempre apropiada y expresiva que te hace ver las imágenes casi reales.
Es una gozada leerte, amigo Piedra. Un abrazo

Anónimo dijo...

Espuma y Gore, amigos del alma.
Un gozo leer vuestros comentarios, suponen una ayuda para poder hilar cuando no hay más remedio que usar hilos negros. Muchas gracias.
Abrazos y expresiones.

coquinas dijo...

Gran placer volver a estar por aquí. Gracias por compartir estas historias.