04 junio 2007

Dislándia

Después de recortarse hasta la uña del dedo meñique, esa que usara tantas veces para sacar de la pipa los restos del “caldo gallina”, diose cuenta, que le faltaba un sello para tener todos los papeles en regla. El sello del consulado, que le validaba para confirmar que no atentaría contra el presidente, y de esa forma poder pasar la frontera.
Su compadre, había conseguido entrar hace unos años y habían quedado en encontrarse de nuevo, para seguir en comandita con el negocio de fotografía que ya explotaran en su pueblo de Pacanda. El compadre Domingo realizaba el encuadre, y él trabajaba los retratos en el cuarto oscuro hasta que dejaba las fotos claras y con esa pátina como de vieja, que pareciera de otra época.
Al cabo de unos días, se dio cuenta de que echaba de menos su tabaco sin filtro, y le envió un propio a su compadre para comunicarle que no lo esperase. Se iba a dejar crecer su uña, seguir con su tabaco y ya veríamos si arribaba a Dislándia en otro momento en que los trámites de aduana fueran más sencillos.

1 comentario:

Cabreher dijo...

Amigo Piedra, tiempo ha que se fumaba el caldo de gallina. Pero aun siendo tabaco de pobres, creo que no era tan dañino como el que venden ahora.

Siempre es un gusto leerte. Un abrazo