09 noviembre 2008

Los olores que le eran tan queridos




Le gustaba recordar el olor de su Juan cuando volvía de trabajar en la sierra. Era una mezcla a tomillo, macho y romero que le trasmutaba su ser. Hoy, hace años de aquello, aún lo huele cuando se va a la cama algunos días de invierno, entonces la soledad del fuego en la chimenea le trae recuerdos de aquellos tiempos felices en la crudeza de la vida.
Fueron unos años maravillosos, su Juan trabajaba en la sierra destilando aromas de tomillo y romero, ella mantenía la casa como una patena. Cuidaba su maceta de albahaca y al hacer la cama, colocaba unas hojas bajo la almohada para que el olor a macho de su Juan no le hiciese perder el control rápidamente. Le gustaba disfrutar con lentitud de las sensaciones y olores que le traía su Juan.
Aunque Juan era callado, le adoraba por muchas razones; esa calma que se respiraba a su lado le traía recuerdos de los primeros días de relaciones. Juan llegaba, se sentaba cerca de ella en aquel poyete del cortijo y sin saber cómo, le entraba un temblor en el labio que no podía parar. No mediaban palabra alguna, pero el sentir era mutuo. Juan con su mirar se lo decía todo, y ella con su temblar le contestaba.
El cortijo era una casa pequeña, los dos cuartos con las ventanas a la fachada y un poyete siempre blanqueado donde sentarse a la recacha en los días fríos del invierno; la mar a lo lejos y el Cerro las Puertas enfrente. Su madre, siempre atareada, cuando no preparaba el horno para el pan hacer, buscaba cigarrones para el pájaro perdiz o llevaba la cabra a los pastos tras el cortijo, les dejaba a ellos pelar la pava con toda la tranquilidad de la sierra.
Desde aquellos días primerizos tenía los olores de su Juan en el recuerdo, una mezcla a sierra y hombre que desde entonces le acompaña en tantos avatares como le ha llevado la vida.
Los años con su Juan corrieron como la espuma, se pasaron en un sin sentir. Qué pena no recodar sus andares, los rasgos de su cara que se desdibujan con los años. Ojalá los recuerdos fueran como los olores, que quedan grabados en algún rincón y no se borran; parece que están escondidos y cuando vuelve uno, vuelve todo lo que le rodeaba.
Hoy, al oler a tomillo, le vino el recuerdo completo de su Juan, con todos sus olores y sentimientos; pareciera que lo tenía a su lado en aquella cama grande con olor de albahaca.

10 comentarios:

Miguel Bueno Jiménez dijo...

Gracias Gladys por cederme un titulo tan sugerente.
Expresiones

Cayetano Bretones dijo...

Una preciosa historia con el sello de Piedra. Pero con tanto encanto y relismo que hasta aquí llega el olor a romero, tanto por la historia en sí como por tu forma de contarla.
Un abrazo

Miguel Bueno Jiménez dijo...

Goreño, sabes lo que se agradecen los halagos. Cuando se escribe algo, en el fondo, uno está esperando que guste a los amigos.
Gracias por tus bellas palabras.
Expresiones afectuosas.

Anónimo dijo...

Como todo lo que escribe Piedra, éste también es un relato muy sentido y maravillosamente contado. De lo mejor que he leído de ti. Gracias por tu constante superación.

Miguel Bueno Jiménez dijo...

Compadre " Lagartijo", un honor verte por esta tu casa. Se agradece en todo su valor tu faena llena de elogios.
Expresiones.

Anónimo dijo...

Los olores son parte fundamental de los recuerdos piedra y has construído una maravillosa y aromática historia.
Me siento halagada por usar el título de los encadenados.
Gladys

Anónimo dijo...

Sí, los olores nos devuelven los recuerdos, !tantos! Para mí, el olor a jazmín lleva a mi infancia; y el olor a bizcocho recién hecho me recuerda tardes de invierno en la cocina junto a mi madre.

Me gustó tu pequeño relato Miguel, gracias.

Besos, desde tu Sur.

Anónimo dijo...

Te quedó precioso, Piedra, mira lo bueno que puede salir de un juego literario. Es sólo cuestión de acicatear a una musa dormida, y algo tan sentido puede aflorar.
A mí los olores también pueden hacerme viajar treinta años en el tiempo, no tienen límites, son muy poderosos.
Un placer leerte.

Miguel Bueno Jiménez dijo...

Perseida, soñando con una casa con vitas al Sur y el mar al fondo como la tuya, un abrazo pleno de expresiones desde Piedra.

Miguel Bueno Jiménez dijo...

Nofret,gracias por tu visita. Tienes razón, a veces salen las historias con una pequeña ayuda.Nos vemos en tu casa, que cada día está más concurrida. Un abrazo