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18 julio 2008

Educación y sociedad


Educar nunca ha sido fácil, y menos reconocer los fallos cometidos. No podemos sacralizar el concepto de integración. Convertir los institutos de secundaria en meros espacios de acogida de analfabetos. El profesorado de ellos no está preparado para enseñar a leer y escribir. El alumno que entra en secundaria sólo por tener la edad correspondiente, sin conocer el idioma y mucho menos leer y escribir, sale en muchos casos tan analfabeto como entró. Admiro la valentía del Gobierno de Cataluña que ha visto la necesidad de conocer por lo menos la herramienta de trabajo, como es el lenguaje y la escritura, antes de mezclar en una clase niveles tan extremos que son incompatibles.
He conocido alumnos inmigrantes, aislados completamente en una clase de 30 compañeros, ni sus mismos compatriotas, ya integrados, eran capaces de ayudarles, y el profesor de secundaria, que toda su vida estuvo preparando a sus alumnos para entrar en la Universidad, intentando hoy decirle que la ¨m¨ con la ¨a¨ suena ¨ma¨, además de atender al alumno trisómico y al otro 20% de nacionalidades y niveles todos diferentes. No sé si las clases de acogida e inmersión en el idioma común deben estar fuera o dentro del centro de secundaria, pero lo que he conocido de sólo 2 horas a la semana para el aprendizaje de la lectura y escritura y el resto en las clases comunes, es un fracaso total.
En lo que no tenemos más remedio que seguir luchando, aunque sea a cara de perro, es en la implantación de la asignatura de la Educación para la Ciudadanía. El reconocer que puede existir una moral laica y democrática que integre a hombres y mujeres homosexuales y heterosexuales con los mismos derechos cívicos, no es una tarea fácil.
Saben que es un torpedo en la linea de flotación de la moral religiosa que desean sea exclusiva. Dejemos que el Sumo Pontífice recorra el mundo pidiendo perdón por sus curas pederastas y que sus obispos salgan a la calle, con gorrillas, acusando con la mayor hipocresía de antidemócratas a los partidos que no comulgan con sus ideas; pero luchemos por dar a conocer todos los derechos y deberes que nos corresponden como ciudadanos

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