En la puerta había una gorra negra; era la que usaba mi abuelo cuando vestía el uniforme de gaitero en la banda del pueblo. Los domingos se trasmutaba en otra persona, olvidaba el reuma y con su gorra negra parecía un veintañero. Salía con la gaita bajo el brazo camino de la plaza y siempre paraba en la puerta de su antigua novia; aquella que lo dejara por el rico del pueblo. No desfallecía, soplaba y soplaba hasta que Carmen no tenía más remedio que salir al balcón. En ese momento se descubría y saludaba orgulloso con la gorra.
Ojalá te lleves el premio, te lo mereces.
ResponderEliminarRafa