La fiebre del oro en Rodalquilar comienza en 1883, muy poco
después de acabar la minería del plomo en la zona, al descubrirse el metal
precioso en la mina “Las Niñas” del barranco del Lobo, a menos de 1 Km. del
pueblo.
La historia del oro en Rodalquilar es la historia de la
minería española en los siglos XlX y XX . Se inicia con pioneros, algunos de
los cuales llegaron a cantar victoria, pero muchos perdieron capital y vida
excavando en solitario las chimeneas volcánicas, después entra capital local y
nacional para acabar en manos de ingleses y alemanes, antes que el Instituto
Nacional de Industria (INI), en plena autarquía, las explotase hasta el año 1966 con su
empresa Adaro. Desde el año 1943 hasta
el cierre, Adaro extrajo 1,6 millones de toneladas de mineral aurífero
con una ley media de 3,5 gr. por
tonelada
Nosotros conocimos la instalaciones mineras, y recogimos
muestras de rocas en las que a simple vista se observaban pequeñas agujas de
oro, en una visita con los compañeros de la promoción de Geológicas de Granada,
creo recordar que fue en el año 1967; en esos momentos el INI estaba sondeando
para determinar aquellas zonas en que la ley de oro fuese como mínimo de 3
gramos por tonelada de roca, límite de la rentabilidad en esos momentos. No
volvieron a abrirse. Salvo un breve paréntesis, por una subida en el precio del
oro, entre 1989 y 1990, en que cerraron definitivamente. Hoy sus instalaciones
sirven de escenario para infinidad de películas, quizás la más famosa “En busca
del arca perdida” (1981).
Desde Rodalquilar, al pie de las instalaciones mineras
abandonadas, parte la misma carretera que conocí de estudiante: ancha, con
quitamiedos de obra y sin asfaltar, que nos lleva al cortijo del Fraile. El
mismo paisaje de escombreras a boca de mina
y la idéntica carretera, que por un momento pensé que tenía 20 años y
paré para rebuscar en las riolitas alguna aguja de oro, claro que había
olvidado mi martillo de geólogo, que tantas veces me acompañó en mis salidas al
campo y ahora cambié por la cámara de fotos para captar las flores, y me quedé
sin oro.
El cortijo del Fraile fue construido por los frailes
dominicos en el siglo XVIII, y explotado con cultivos de olivos y vides. En
1836 durante la Desamortización de Mendizábal, se dividió y vendió a varios propietarios, pasando más tarde a
manos de una familia de la burguesía almeriense que lo usó como panteón hasta
la década de los 80.
En 1933 se estrenó la obra de García Lorca “Bodas de
sangre”, inspirada en un crimen pasional ocurrido en el cortijo en 1928 y hoy
está declarado Bien de Interés Cultural con la tipología de Sitio Histórico
desde 2011.
Si es emocionante ver el cortijo de cerca, después de
haberlo visto tantas veces en imágenes, no lo es menos, disfrutar de la vista
de los feraces campos de lechugas, coles, coliflores y todo tipo de verduras,
que ocupan el valle alrededor del cortijo, en cultivos al aire, sin
invernadero, en pleno invierno almeriense.