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10 junio 2019
Don Pero y Doña Martina
Don Pero Martín de la Oca no murió tranquilo.
No sabemos muy bien si fue un mal traspiés o la ayuda de alguna mano enemiga, lo que le hizo bajar la escalera en un cerrar y abrir de ojos, para ir a desnoclarse en el primer escalón a la izquierda del salón.
Al igual que no murió tranquilo, su paso por este valle de lágrimas, tampoco fue jauja. Tuvo la mala suerte de desposarse en terceras nupcias con Doña Martina de las Eras, que lo trajo por la calle de la amargura.
A Doña Martina le gustaba hacerlo frente al alféizar de la ventana . Y a Don Pero, que era muy cortito, le daba cosa dar tres cuartos al pregonero.
Los viernes, a plena luz de la tarde, gustaba Doña Martina pedir los favores de su amado Don Pero, aunque este estuviese aún ocupado en sus deberes de señor de horca y cuchillo.
La urgencia era tan pronta, que Don Pero tenía que dejar con la palabra en la boca al contramaestre de plaza, para acudir raudo a la torre del homenaje, donde Doña Martina requería sus servicios.
Aquella tarde subía los escalones con sumo cuidado, los borceguíes no le cerraban bien o más bien la gota le había dejado los pies inflamados. El caso fue que sin saber cómo, se encontró rodando escalera abajo y fue a parar contra el último escalón o el primero según se comienza a contar.
Los funerales fueron con la pompa que requería la ocasión y a los tres días de terminar, con los restos de Don Pero ya en el camposanto, vinieron a darse cuenta de que en la torre almenara apareció el vivo retrato del difunto.
Y desde la fecha del óbito, en el año de gracia del 1282, a la actualidad, ha quedado su impronta al pie de la torre, para aviso de navegantes.
Piedra
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