Niembro. Llanes. Asturias.
Soñaba otras singladuras, sin pensar que su tiempo ya no tenía tiempo ni sus días horas.
Parece que fue ayer cuando salía a la costera de la xarda y volvía a la caída del sol a la rada de Niembro.
Fueron aquellos días felices. Los niños esperaban jugando al pie de las encinas. María cuidaba los aparejos, preparaba la salmuera y era una delicia volver a casa.
La mar siempre generosa, daba para criar la familia sin ningún apuro.
Las xardas tenían venta asegurada en la rula de Llanes, bien para fresco o para salar en conserva.
Los días transcurrían sin un sí ni un no. Cuando terminaba la costera de la xarda, comenzaba la temporada del bonito.
Siempre era un sin parar, al ritmo de las mareas y los soles. Con la calma que da el pensar que después de un día, viene otro y después de la primavera llega el verano.
Hoy es distinto, solo quedan los sueños. Los hijos ya volaron del nido y la barca quedó varada a la orilla de la mar.
Piedra
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