16 agosto 2014

Vegabaño. Picos de Europa. León.













Desde Soto de Sajambre  (925m.) en una hora se llega a la majada de Vegabaño (1432m.) a través de un hayedo impresionante por su belleza. Se puede hacer la subida por el carril del monte Miñares, hasta la valla muy cerca de la majada, pero el carril muchas veces no es apto para cualquier vehículo, es aconsejable preguntar en el pueblo si se puede usar.
Una vez en la majada, se abre el horizonte en una  hermosa vega con cabañas a la entrada y el refugio al fondo, rodeados por el hayedo y las cresterías de Peña Santa de Castilla al norte.

El refugio, en uno de los enclaves más bellos de Picos, es base para infinidad de rutas de montaña. Existen numerosas páginas en internet que recogen las travesías que se realizan desde Vegabaño, a ellas me remito.
Nosotros, ayer dimos un paseo hasta el río Dobra, al inicio del camino al collado de Frade que subíamos cuando las caderas nos lo permitían. Si pudimos disfrutar del caminar por el hayedo y recorrer la majada, pisando la hierba corta de los pastos de montaña. Solo por eso, ya nos damos por satisfecho de la subida.

Os paso una selección de las fotografías que realicé ayer. A destacar la belleza de la majada rodeada del hayedo y de los crestones calizos de Picos. Los trocos de las hayas cubierto de líquenes y el naciente Dobra reflejando en sus aguas los árboles del bosque.
Un paseo por Picos siempre es un sueño.

Piedra

03 agosto 2014

Santa Olaya, Villahormes. Llanes.

 

¿ Será el color del cielo? ¿ Será el color del mar? ¿ Será el verde del prado? ¿Será el blanco de la ermita? o ¿será santa Olaya?
Azul , gris, verde, blanco, negro, multicolor en los pañuelos de las mozas, es la romería de Villahormes.

Una ermita de juguete, al pie de la montaña, en la orilla del mar.
Fiesta familiar, donde la procesión va por fuera, por fuera de la ermita y por dentro del prado, para pedir a Santa Olaya que haga crecer la hierba que alimenta a los animales y dé de comer al pueblo.

Pueblo que fue ganadero y ahora ya no se sabe. Sus hijos vuelven a emigrar como antaño. La leche se paga a miseria. La carne, pendiente de la subvención, y los turistas en cuanto llega el orvallo, hacen las maletas y buscan otros soles.
No queda más remedio que cantar a santa Olaya, por ver si echa una mano allá arriba y manda un poco de pan a esta tierra tan bella.