28 octubre 2010

Cae la tarde




Despacio cae la tarde
en silencio
como cartuja sin monjes
tan muda.
Las sombras, veloces
caballos sin freno
cubren el prado
tan verde.
El último rayo de sol
acaricia los manzanos
tan dulces.
La brisa detiene
el aire en calma
tan suave.
El encinar se hace oscuro
tan negro.
Muere el día
nace la noche
tan callada.

Texto y fotografía de Piedra

24 octubre 2010

"Antoñito el Camborio"




“A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.”

Federico García Lorca



Hace años intenté pintar un cuadro: Antoñito el Camborio tiraba limones al río hasta que lo puso de oro.
Hoy he encontrado el río de Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, cuando cinco tricornios lo llevaban camino del penal.
Recuerdo que Antoñito andaba paso a paso por la orilla del río, tirando los limones que los civiles recogían para, después, beber limonada a las puertas del calabozo.
Sería sobre las nueve de la noche, cuando el día se va despacio, con la tarde colgada al hombro y el reflejo del agua trae querencias de montañas, el momento en que Antonio camina preso, entre guardias civiles de verde y negro.

¡Ay Antoñito! ¿quién te mandara tirar limones al río?
!Ay Federico García no llames a la Guardia Civil!
Deja que el Camborio ande por caminos y veredas, que vadee ríos y suba montañas, esas por donde caminan los hombres buscando la libertad. No mires si el río viene de oro, o trae de plata las aguas, sí las montañas tienen cercas y vallas, déjalo que corra, que salte las vallas, va camino de otras tierras, donde no lo persiga la Guardia Civil caminera.

Texto y fotografía de Piedra

17 octubre 2010

Otoño en Málaga









Otoño en el parque de Málaga

Reportaje realizado el 16 de octubre

En estos días de principios de otoño la floración más espectacular quizás sea las de las aralias (Schefflera actinophylla), antes que, para noviembre estallen en flor las ceibas (Ceiba pentandra) de enorme porte y espléndida floración simultánea.
El tulipero del Gabón (Spathodea campanulata) mantiene sus inflorescencias naranjas en forma de gran tulipa casi todo el otoño
Las aves del paraíso (Strelitzia reginae) salpican de color, con su floración a medio metro del suelo, los parterres del parque.
Las jacarandás (Jacaranda mimosifolia) de llamativa floración en mayo, continúan adornando el verde de su copa con los ramilletes azul violeta de sus flores.
Las orejas de elefantes (Alocasia macrorhiza) levantan sus enormes hojas de más de un metro para oír las sirenas de los barcos.
Los pacíficos de Málaga pudieran competir con los de las islas Hawai, por su abundancia en todos los colores. Los más comunes durante el otoño son el rojo (Hibiscus rosa-sinensis), el blanco (Hibiscus arnottianus) y el Hibiscus mutabilis que cambia la misma flor del blanco al rojo.
Y siempre las llamativas palmeras entre las que queremos destacar a las Whashingtonia robustas de la fachada del palacio de la Aduana, donde faltan en la esquina por decisión del gobernador civil de turno, al que le molestaba la mala visión desde sus ventanas.

Bibliografía: Ana Ayora, Miguel Bueno et alt. Flora ornamental de Málaga. Editorial Arguval. Málaga.

Texto y fotografías de Piedra

16 octubre 2010

Encina sola





Duras sierras andaluzas
de vientos y rocas secas
asombra ver cómo florece
el tomillo y la aulaga.
Cómo la brava encina
solitaria en el calvero
da sus frutos a la tierra
sin otra compañía
que el sol y las rocas.
Yo te daría encina
miles de hermanas
que poblasen las colinas
y las cumbres de las montañas
haciendo de las piedras
verde de vida
donde el águila volara libre
bajo el cielo azul
sobre encinas centenarias.

14 octubre 2010

Mariquilla y el mar



Mariquilla, ¿quién te llamó Mariquilla? Como si fueses una mar chica, una mar pequeña, para recogerte entre las manos y volver a dejarte en la arena, un día de calma. ¿Sería por tu amor al mar? o era tu amor, el enamorado de la mar, quien puso nombre a la niña que nació a la vera de la orilla.
Mar, el mar, la mar, mi niña trae olores a marismo, aromas de los mares del sur. Olor a mar y sal, a salitre y caracolas; de aquellas caracolas que llevan siempre el son y el perfume del mar tierra dentro, para no olvidar el cantar de las olas.
¿Recuerdas Mariquilla cuando la marea dejaba tus huellas sin borrar a la orilla del mar, y la marejada venía a guardar las tuyas junto a las mías en los días de mar brava? Cómo corríamos las olas, jugando con el agua, buscando las huellas entrelazadas.
¿Te acuerdas que a la tarde, el sol dejaba una senda de luz sobre el mar y andaba con nosotros al ritmo de nuestro caminar? Soñábamos con llegar a otros lugares, allá por el sol poniente, donde se pierde la mar y comienzan otras tierras, las tierras de ultramar.
¿Recuerdas ayer, paseando por Torimbia, en estos mares del norte, tus huellas seguían junto a las mías, igual que en aquellos mares del sur, hace ya unos días, y al andar por el espejo de arena, pareciera que teníamos el cielo a los píes?


Texto y fotografía de Piedra

13 octubre 2010

Armando Noriega




Metido ya en los 47, Armando Noriega Buendía dejó de ser Armando Noriega.
Días antes de cumplir los 47 años, recibió una notificación del juez de distrito, anunciándole que desde el día de la fecha, 28 de diciembre de 1968, se llamaría Armando López del Huerto Noriega por reconocimiento “In articulo mortis” de su verdadero padre D. Severiano López del Huerto.
Armando, con la notificación del juzgado, no sólo perdió su nombre, perdió muchas cosas más: perdió la tartamudez que le había acompañado desde niño; perdió la timidez que le duraba desde la adolescencia; perdió la virginidad, que había guardado como un tesoro, y lo más importante perdió la Fe, y lo que son las cosas, al perder tanto, la ganancia fue tan grande, que se convirtió de pronto en un hombre hecho y derecho.
Todos los días daba gracias a D. Severiano (q. e. p. d.) por poder hablar de seguido, mirar a los ojos de la gente sin tener que bajar la cabeza, acostarse con su novia, y sobretodo, no creer en eso de los curas.
Le dolía haber mareado la perdiz tanto tiempo con la novia. Ahora, desde que lo hicieran un hombre, todos los miércoles de 6 a 8, mientras su madre iba al yoga, le echaba un polvo a la novia y le duraba el gusto toda la semana. Esa era otra vida.
De todas las cosas que había ganado, lo que más agradecía, era haber perdido la Fe, eso de dormir a pierna suelta, sin temor al fuego eterno junto a los compañeros de Satanás, le supuso tal liberación, que diariamente se lo agradecía a su padre terrenal, a quién no tuvo el gusto de conocer y pensaba que estaría en su santa gloria, después de haberlo curado del baldón de ser “hijo natural”, que había soportado toda la vida.

Texto y foto de Piedra

09 octubre 2010

Añoranza de otro otoño





Llueve, llueve lentamente, despacio, sin hacer ruido, una lluvia suave, tan silenciosa que tengo que mirar tras los cristales por ver si los pinos tienen el verde limpio, ese verde de tono más claro, como dando las gracias por el agua recibida.
En Málaga el otoño llega sin hacer ruido. Es cierto que el cielo gris, trae un aire distinto, se barrunta que algo va a cambiar; mas el cambio es tan delicado, que hay que estar muy atento: un olor a tierra mojada lo puede delatar; un aire transparente que amplía el horizonte, haciendo las sierras más cercanas puede llamar la atención, mas el extraño pudiera creer que llega la primavera. Las grandes ceibas florecen con todo su esplendor, los naranjos se llenan de nuevo azahar, las palmeras, que sobreviven al ataque del escarabajo picudo, siguen dando su fruto y los jazmines regalan su fragancia como si fuese verano.
Sí, desde esta segunda primavera en la costa de Málaga, añoro el otoño de colores extremos de mi otra querencia en las tierras asturianas. Sueño con seguir el regato, bajo la hayas, para ver si el agua brota entre las piedras pidiendo permiso para ver el cielo, permiso que le concede la floresta dejando que las hojas nutran la tierra. Sueño con caminar entre la hojarasca buscando los boletos que salieron a ver el sol. Mirar el color tan diverso de cada árbol, como si cada uno tuviese un ritmo propio, una vida distinta para prepararse a resistir los rigores del invierno. Sueño con acechar al corzo que baja a la vega por la tarde, sueño con levantar la vista y ver los picos nevados. Sueño el otoño asturiano.

Texto y fotografías de Piedra

06 octubre 2010

Hoy hace 40 años.



“Renaceré yo piedra,
y aún te amaré mujer a ti.

Renaceré yo viento,
y aún te amaré mujer a ti.

Renacerá yo ola,
y aún te amaré mujer a ti.

Renaceré yo fuego,
y aún te amaré mujer a ti.

Renaceré yo hombre,
y aún te amaré mujer a ti.”

Juan Ramón Jiménez



Mi padre decía que hacia falta comer juntos un saco de sal para llegar a conocer una persona. Llevo varios sacos, pero no hizo falta ni acabar un salero. Desde muy pronto era normal iniciar una conversación y oír: “eso mismo iba a decirte”.
Es cierto que las horas corren despacio y los años vuelan a la velocidad de las estrellas, que el presente se nos escabulle entre los dedos y se convierte en pasado en un abrir y cerrar de ojos.
Parece que fue ayer cuando subía la calle sin mover un músculo de la cara para no perder el sabor de esos labios tan dulces; cuando jugaba con sus dedos mientras el cura echaba los esponsales, o caminábamos por la carretera porque el luto no nos dejaba hacerlo en el paseo.
Hoy hace 40 años y aunque la Tierra sigue girando, el centro permanece inmutable asido por los fuertes lazos creados con cada pizca de sal.

Texto y fotografía de Piedra