20 junio 2019

Niembro. Llanes. Asturias.

Soñaba otras singladuras, sin pensar que su tiempo ya no tenía tiempo ni sus días horas.
Parece que fue ayer cuando salía a la costera de la xarda y volvía a la caída del sol a la rada de Niembro.
Fueron aquellos días felices. Los niños esperaban  jugando al pie de las encinas. María cuidaba los aparejos, preparaba la salmuera y era una delicia volver a casa.
La mar siempre generosa, daba para criar la familia sin ningún apuro.
Las xardas tenían venta asegurada en la rula de Llanes, bien para fresco o para salar en conserva.
Los días transcurrían sin un sí ni un no. Cuando terminaba la costera de la xarda, comenzaba la temporada del bonito.
Siempre era un sin parar, al ritmo de las mareas y los soles. Con la calma  que da el pensar que después de un día, viene otro y después de la primavera llega el verano.
Hoy es distinto, solo quedan los sueños. Los hijos ya volaron del nido y la barca quedó varada a la orilla de la mar.

Piedra



10 junio 2019



Don Pero y Doña Martina

Don Pero Martín de la Oca no murió tranquilo.
No sabemos muy bien si fue un mal traspiés  o la ayuda de alguna mano enemiga, lo que le hizo bajar la escalera en un cerrar y abrir de ojos, para ir a desnoclarse  en el primer escalón a la izquierda del salón.
Al igual que no murió tranquilo, su paso por este valle de lágrimas, tampoco fue jauja. Tuvo la mala suerte de desposarse en terceras nupcias con Doña Martina de las Eras, que lo trajo por la calle de la amargura.
A Doña Martina le gustaba hacerlo frente al alféizar de la ventana . Y a Don Pero, que era muy cortito, le daba cosa dar tres cuartos al pregonero.
Los viernes, a plena luz de la tarde, gustaba Doña Martina pedir los favores de su amado Don Pero, aunque este estuviese aún ocupado en sus deberes de señor de horca y cuchillo.
La urgencia era tan pronta, que Don Pero tenía que dejar con la palabra en la boca al contramaestre de plaza, para acudir raudo a la torre del homenaje, donde Doña Martina requería sus servicios.
Aquella tarde subía los escalones con sumo cuidado, los borceguíes no le cerraban bien o más bien la gota le había dejado los pies inflamados. El caso fue que sin saber cómo, se encontró rodando escalera abajo y fue a parar contra el último escalón o el primero según se comienza a contar.
Los funerales fueron con la pompa que requería la ocasión y a los tres días de terminar, con los restos de Don Pero ya en el camposanto, vinieron a darse cuenta de que en la torre almenara apareció el vivo retrato del difunto.
Y desde la fecha del óbito, en el año de gracia del 1282, a la actualidad, ha quedado su impronta al pie de la torre, para aviso de navegantes.
Piedra