18 diciembre 2005

Mis animales y otros recuerdos



El León comía aparte. No entraba en casa, a lo más que llegaba era a poner la pata en el escalón. No sé porqué cada día estaba más delgado, se le notaban todas las costillas, hasta que un buen día se murió. Frasquito lo ató muy bien y nos fuimos a enterrarlo al tablazo, en la pedriza, en un buen cucón. Lo sorprendente es que con nosotros vinieron todos los demás perros de los cortijos vecinos y no tan vecinos, algunos estaban a una hora de camino, y en silencio, sin dueños y sin ladrar nos acompañaron todo el rato del entierro. Ante mi sorpresa, fui preguntando a Frasquito:
- Este viene del barranco de la Iglesia.
- Este de río de la Miel.
- Este del cortijo de Doña Estefanía.
- Este de los Jiménez
- Este …
Y así hasta más de diez perros que nos acompañaron en el duelo, sin que nadie les avisase ni tocasen a difuntos.

El pájaro no tenía nombre propio, a lo más que llegaba era a pájaro perdiz, pero se le nombraba como “el pájaro”, como si fuese el único pájaro del mundo. Siempre estaba en su jaula, unas veces dentro de la casa y otras al sol de la mañana. Era una jaula cónica, con su comedero y bebedero en la que los movimientos del ave eran mínimos, casi venía justa para su cuerpo. Algunas tardes sí saltaba, parecía que nos conocía, era cuando volvíamos de cazar saltamontes. Si Dolores tenía un hueco, salíamos con una rama de bolina y un canuto de cañavera a buscar cigarrones por los alrededores del cortijo, en un momento llenábamos nuestros respectivos canutos y al acercarnos a la casa el pájaro cantaba y saltaba de alegría. El pájaro era una reliquia de tiempos mejores, cuando Frasquito aún cogía su escopeta y venía con dos o tres perdices.

Romero era noble, con su cuartilla de cebada entre la paja se conformaba. Si había que ir al pueblo, ese día, tenía un puñado de habas secas como premio. No daba ninguna guerra, se dejaba aparejar con parsimonia, era un rito en el que Frasquito se tomaba todo el tiempo del mundo, los caminos eran duros, de montaña, y el aparejo debía estar bien ceñido. Era el mismo mulo que cuando yo no era capaz de aguantar las dos horas de camino, me traía metido en el capacho, y ahora, cuando el viaje era de noche, sujetándome a su cola me llevaba sin ningún tropiezo hasta el cortijo.

La Liebre era tranquila, aún no sé el motivo de su nombre, aunque su pelo era algo tordo, y por eso quizás la bautizaran así. Con un celemín de yeros y lo que ella se agenciaba, todos los día nos daba leche para la familia, que se reducía a los niños, los mayores tomaban café de cebá (cebada tostada). Con el resto de la leche Dolores hacía queso, utilizando el cuajo del chivo del año anterior y la pleita de esparto para darle forma.

El gorrino vivía como un marqués, casi todos los días había mondas de papas que Dolores cocía y amasaba con afrecho para prepararle su comida, además tenía su ración de maíz y su poza para revolcarse. No se escatimaba en su alimentación, claro que todo era para su San Martín en que la fiesta la bailábamos todos los demás.

Las lagartijas tienen otra historia; con los primeros cigarrillos de yesca que fumábamos a escondidas y unas pajitas nos dedicábamos a insuflarle el humo del tabaco en la boca del infeliz animal, al que le entraba unas tembladeras que parecía el mal de San Vito. Mientras estaban drogadas, jugábamos con ellas con más pena que gloria hasta que después de un rato al sol se les pasaba el efecto.

El hurón no era nuestro, lo tenían en un cortijo vecino y me caía muy mal, no sé si porque se metía en las madrigueras a comerse los conejos o porque estaba atado con una cadena y me daba susto, o porque había escuchado que no estaba permitido tenerlo para las cacerías, el caso era que le tenía manía y no quería ir de visita a ese cortijo con el hurón en la puerta.

Los zorros habían criado en la loma Blanca, en una antigua calera frente al cortijo y todas las mañanas los veíamos retozar. El macho de barbas blancas, no se inmutaba cuando nos cruzábamos por el camino, sabía muy bien que estábamos de paseo y Frasquito no llevaba la escopeta.

Las mininas siempre estaban hurgando en la pila de orujo de uva, no se separaban mucho del cortijo, tenían una entente cordial con el zorro. Nosotros nos dedicábamos a poner nidos con huevos hueros entre lo pencales para que la recogida de la puesta no fuese muy difícil. Al atardecer, Dolores las llamaba, les premiaba con un poco de cebada y ellas solitas iban entrando al gallinero.

De los gatos no me acuerdo, hacían su vida, se buscaban su sustento y no se metían con nadie ni nosotros con ellos.

22 octubre 2005

No sé

"No sé si la vida es poco o demasiado para mí.
No sé si siento de más o de menos, no sé".

Álvaro de Campos.



No sé si vivía en Faluya.
No sé si soy negro saltando la valla.
No sé si estaba en el mercado de Bagdad cuando el coche bomba.
No sé si me han dejado en el desierto con una lata de sardinas.
No sé si viajaba en el tren de Madrid.
No sé si andaba por Cachemira cuando el terremoto.
No sé si en Guatemala se sufre tanta desolación.
No sé hasta donde llegó el agua en Nueva Orleáns.
No sé la diferencia entre nación y nacionalidad.
No sé si siento demasiado poco, o es demasiado para mí.
No sé.

04 mayo 2005

Nerja



Silencio en la plaza de la Ermita. Banco de herrador, compás del martillo en el yunque.
Recuas de mulos cargados de caña dulce, camino de la Torna a la fábrica de azúcar.
Río Chillar, piedras tan blancas como las sábanas al sol.
Recuerdos de olor a melaza y arropías. Niñez de fiesta en el día de la Cruz.
Miguelete y autobús. Campana de aviso en el silencio de la mañana.
San Juan en Burriana, Santiago en Río Seco. Verbena con sandías y gaseosa.
Chaparil camino de la Torrecilla. Merendero de Pepe Gómez, baños al amanecer.
Miguel Ramírez y Pitá, Citröen 11 ligero, camino a que te diesen las cagarrutas en la entrada de la capital.
El Krupp en la cuesta de calle Granada. Los muchachos a remolque del portalón.
El Añejo en la dirección y el Ñañaica al triangulo. Pastorales por Navidad. Copita de Machaquito, rosco y mantecado.
Feria de Nerja. Paseo arriba y abajo en el Balcón de Europa. Turrón y peladillas.
Cuarterón, y cuarto y mitad. Días de lluvia, migas de maíz con bacalao.
Puerta de la iglesia, bautizo: padrino lagarto, tire Vd. los cuartos, no se los gaste en vino y tírelos por alto.
Macucas a tres la gorda y una la chica. Aligera, aligera, que me voy.
Árbol Cerote, piedras pegadas con su resina en los tacones. Pasos en el silencio de la iglesia.
Olor a tortas, tahona de calle Nueva. Todo el pueblo a sanjuanear en el Tajo de Burriana.
Corpus Christi, día soleado. Niños de Primera Comunión caminando entre pétalos de rosa, macetas en las aceras. La Custodia brilla bajo el palio.
Madre superiora, nariz severa y corazón bondadoso. Dos palmeras muy altas a la espalda de la clase.
Pepe Juan. Triste tarde de domingo. Tenías que haberte venido al cine del cura.
Antonio, coge la rueda y vete a por el vino. Botella vacía en una mano, en la otra el gancho empuja a una llanta desnuda de bicicleta.
¡Pedro, a la jaula! Los municipales llevan al borracho al cuartucho de Roca en los bajos del Ayuntamiento.
Campillo de Vidrio. Largos calzones de fútbol. El Charrán asomado a la tapia para devolver el balón desde el cementerio.

Piedra y Lagartijo

08 abril 2005

Tajo Almendrón. Sierra Almijara. Nerja








 


Recorrer un valle glaciar, bordear una arista o escalar un pico piramidal parece una oferta excluyente de la Costa del Sol, sin embargo esa es la propuesta real que presentamos en la ruta del Almendrón.
Durante los periodos fríos del cuaternario, el anticiclón polar localizado sobre las Islas Británicas dirigía las corrientes frías hacia las costas atlánticas de la Península Ibérica. La corriente del Golfo (Gulf Stream) desviada hacia el sur, bañaba las Islas Canarias protegiendo los bosques de laurisilva. La tundra extendida por la península permitió la llegada de especies árticas al sur de España y muchas de ellas (Ranunculus glacialis, etc. ), han encontrado refugio en Sierra Nevada.
Las borrascas formadas en el golfo de Cádiz descargarían sobre las sierras costeras de las Béticas, y en las zonas protegidas de los vientos del Oeste se acumulaba la nieve originando cortos glaciares de abrigo que en el caso del barranco de los Cazadores, muy protegido y de gran pendiente, descendía hasta los 700m. de altitud.
El perfil transversal en “U” con netas hombreras y valles laterales colgados y el longitudinal con zonas de sobreexcavación muy patentes, determinan una morfología glaciar hoy retocada por la incisión de una estrecha garganta fluvial,
Los “derrubios ordenados” periglaciares a 350 m., confirma que el hielo durante los periodos fríos, cubría la zona costera gran parte del año.
Si la geología de relieve alpino, aflorando los mármoles en tajos con taludes cercanos a los 1000 m., resulta sorprendente, la flora no es menos atrayente.
La presencia de densos bojales (Buxus balearica y Cneorum tricoccum), la sustitución del pino carrasco (Pinus halepensis) por el negral (Pinus pinaster), pasando por una variedad nana del halepensis en el mismo límite termo-mesomediterráneo; y la recuperación del encinar (Paeonio - Quercetum rotundifoliae) sin peonías, a partir de los años 50 en que el butano vino a sustituir al carbón, nos muestra la riqueza botánica de la zona.

Explotaciones mineras

En los tajos más inaccesibles se observan a veces las bocas de antiguas explotaciones mineras. D. Alejandro Bueno (1907) relata, en su “Reseña histórica de Nerja, la esperanza que para el desarrollo del pueblo suponía las recientes denuncias de los yacimientos de galena en sierra Almijara. De todas las explotaciones, la de mayor rendimiento fue la localizada en el mismo barranco de los Cazadores, conocida popularmente por esa razón como mina “El uno”. Aún se conserva frente a la galería el pozo de explotación con una pequeña escombrera al pie, tan rebuscada que ese hace difícil reconocer el mineral extraído. El lavado se realizaba en la fuente del Esparto y el beneficio del mineral en la “fabrica de plomo” de Burriana, utilizando la misma playa para su embarque. Hasta nuestra generación ha llegado el traspaso de las denuncias, utilizando incluso la picaresca de extender restos de galena traídos ex profeso, para intentar aumentar su valor.
En los años 60 hemos conocidos pequeñas explotaciones de amianto (tremolita); en algún caso los sacos llenos de mineral quedaron para siempre en la sierra por la dificultad de su transporte. Es fácil encontrar fragmentos de mármoles con agregados radiales de tremolita, son muy abundantes en el camino antes de ascender al Almendrón.

Halcón peregrino. Falco peregrinus

Atalaya digna de un halcón, el Almendrón, con 1514m. de altitud a 8 Km. del mar, dominando desde un tajo con 1000 m. de desnivel el valle del río Chillar al oeste, el barranco de los Cazadores al este y toda la costa al sur, es la morada del dios Horus. Como los dioses egipcios eran de carne y huesos, en el pico Almendrón se encuentran egagrópilas, plumas y excrementos del halcón peregrino, que captura a sus presas interceptando su vuelo a una velocidad cercana a los 300 Km/h.
El peregrino anida en pequeñas oquedades de los cantiles, cerca de la cima, sin construir un verdadero nido, solo una pequeña excavación rodeada de piedrecitas. La puesta de cuatro huevos, es incubada por la hembra 32 ó 35 días, solo sustituida por el macho, cuando se retira un momento para alimentarse con las presas que le trae esta.
El menor grosor de la cáscara de los huevos desde el comienzo de la agricultura química (insecticidas, herbicidas, fungicidas, etc.) ha traído consigo una disminución radical del peregrino. Los huevos al ser más finos se deshidratan y rompen con facilidad, provocando la mortalidad de las crías. Reconocible en vuelo por sus alas estrechas, largas, puntiagudas y en forma de hoz, (en latín falx, y de ahí deriva falco= halcón), lo podremos observar sobrevolando las lomas del Imán.

* Para incrédulos, consultar :
- Bueno, M. Apuntes geomorfólogicos en Sierra Almijara. Propuesta de morfología glaciar. Actas I Reunión Nacional de Geomorfología. Teruel 1990.
- "Paleotemperaturas en el Mar de Alborán"; "Cambios climáticos bruscos"; "Mar de Alborán congelado". Bibliografía de : Cacho,I.; Martrat,B.; Gonzalez-Morales,B.; Sierro, F J.; etc.
- Para ver ejemplares enanos, hijos del Pinus halepensis var. nana del barranco de los Cazadores, consultar con el autor del trabajo.
- Más información sobre Pinus halepensis var. nana en: http://miguelbueno.blogspot.com/2009/07/pinus-halepensis-var-nana.html

17 marzo 2005

Granada y LLanes

Querido nieto:
Te mando estos desahogos. No son historias de viejo, son algo más que recuerdos.

Granada

¡Ay, mi Graná! De un salto rompíamos las filas para dar paso a las recuas de borricos cargados de arena.
Bendita rutina del jueves tarde. Cuesta Gomérez arriba y toda La Alhambra para nosotros. Agua fresca del aljibe y a la vuelta un refresco en el Jandilla.
Puerta del Sol, movimientos de caderas, mirando…. a Sierra Nevada.
San Diego empedrá, tarde tras tarde escuchando pregonar: ¡Mieldaaaa! Imposible que se venda. Al fin bajo, y pregonan: “¡miel de calderaaa!” Es miel de cañadú de mi pueblo.
Paseo de los Tristes. Noche de luna flamenca. Al cante el maestro Antonio Mairena.
¡Qué grandes y cortos los espumosos de La Carrera! ¡Qué colorido! Aún veo el juego de colores en el mostrador.
¡Ay, Plaza Larga!, qué plantón. Subía con mis ripios: ”Al pie de la almena, caí etc.…” ¡Qué morena, qué trenzas! Aún estoy esperando en el fondo de mi corazón.
Doña Carmen desde la cocina: "¿A quién le gustan los muslillos?” El compañero te quita la vez, “¡A mí, a mí!”. Y se encuentra en el plato las patas del pollo con todas las uñas, rodeadas de un poco de caldo.
Calle Elvira, quitando el hambre con un caldo de caracoles en el Palacio de la Sífilis.
Plaza del Triunfo, qué frío buscando la fuente en noche que estaba apagada.
¡Ay, tranvías que me llevaban al Charcón! y subía por el camino de la Estrella o camino de las estrellas.
¡Qué paseos a la fuente del Avellano con la madre de mis hijos!
Quiero dejarte claro, que no siempre cualquier tiempo pasado fue mejor.
Un abrazo de tu abuelo Miguel


Llanes

Puente de Llanes. La mar viene de ¿Poniente o de Levante? Bendito despiste.
Escuela de Piedra. Sueño yo, que soy maestro en ella.
¡Ay, casa Alejo! chigre, rebotica, trastienda y pomarada. Memoria viva del concejo.
Peña Turbina, qué escares, ¡qué amigos!, qué dicha.
Camino de la Güelga a Gulpiyuri. Ería. Paseos con mi mujer y mis hijos.
Dorilu, qué churrero, qué mítines, qué Hombre.
Procesión de Santa Olalla. ¿Era la tierra? ¿Era el cielo? ¿Era la color de la mar?
¡Ay, tertulias de la Chopera! madrugadas de orbayu. España?
¡Ay, romería de Santa Rita! Acordeón y gaitero. Setas. El baile con el Pera.
Y Luisa…

16 marzo 2005

Elogio del distinto


Nací en el límite. La frontera era Granada. De niño me gustaba jugar a caballo sobre los mojones y decir que estaba a la vez en Málaga y Granada.
En Granada me notaban raro el habla: "Tú no eres de aquí".
En Málaga me decían que no era malagueño. No he parado de dar explicaciones.
En Sevilla conocí maravillas.
Descubrí otras tierras y me hice asturiano en Asturias. ¡Cuantas noches compartí el mismo vaso de sidrina con ellos!.
Me hice turco en Estambul, con el recién conocido que me abrazaba llamándome fratelo cuando le dije que era español.
Egipcio en el Cairo, cuando hablamos que venia del Al-Andalus.
Canario cuando me preguntaban en Tenerife: ¿ De qué isla eres?
Marroquí en Marraquech, cuando se interesaban porqué era la tercera vez que les visitaba.
Holandés, sentado en un banco de una plaza de Alkmaar hablando con un holandés cada uno en su idioma y nos entendíamos.
Cubano en la linda Habana, disfrutando de ese castellano tan bonito a mi oído.
Italiano, saboreando la belleza de su idioma, charlando con ellos
De Tereñes, muchas veces en las romerías asturianas.
- ¿De Tereñes?
- Si, es que emigre muchos años a Venezuela.
- Ah.
Hoy que tengo amigos madrileños, suizos, holandeses, sirios, marroquíes, granainos, sevillanos, nerjeños, asturianos, catalanes, ingleses, vascos, yanquis...
No tengo patria.
Como me decía mi admirado Jorge Guillén:
- ¿Patria? ¿Cuantos muertos?
Cuando veo pasar por la calle donde vivo gente de todos los colores y de todos los sitios, me digo: este es mi mundo.

15 marzo 2005

Almijara : Sus hombres y su tierra




Mis recuerdos de las mujeres y hombres de Almijara, a veces no traen nombre propio, pero siempre aparecen con toda claridad.
Quedaron grabados, aún careciendo de nombre, los perfiles de aquellos hombres que al atardecer llegaban a la plaza Cantarero, para descargar no se cuantas arrobas de esparto en la cerca de Paco Ortega. Aún hoy, cuando recorro la Pandera de Garzón o tengo que volver desde los Caños del Rey, me parece imposible la imagen de dureza del trabajo que quedó tan marcada. en los ojos del niño.
No tienen nombres, los más de 100 hombres reunidos para trasladar una muela de molino, arrastrándola con la fuerza de sus brazos, a través de las Lomas de las Cuadrillas, a cambio de unas migas con cebolla. La imagen de trabajo colectivo, de ayuda desinteresada e incluso de fiesta por la común alegría del trabajo realizado, quedaron fijos en el muchacho que intentaba ayudar.
No recuerdo los nombres de los carboneros que encontraba vigilando el boliche, cuando liar un cigarro, no era fumar. Echar un cigarro era compartir, dialogar, crear un ambiente, tener un motivo y un momento para recordar, contar historias, en fin realizar el rito de la comunicación.
Recuerdo muy bien al recovero que recorría los cortijos cambiando platos y tazones por huevos, siempre me asombró como podía transportar por los caminos de la sierra aquellas enormes canastas, cada una en un brazo. Su capacidad de agradecer un detalle, alguna atención, aún me parecía más grande, que su capacidad de soportar el peso de tazones y platos.
Aparecen con nombres, cuando me mostraron lo que era hospitalidad en el cortijo de la Civila, o cuando compartía con Alonso, el lecho al sereno sobre lastones y alhucemas en el puerto de las Ventosillas; o con Carrasco, cansado de andar, pero con hambre, compartir su pan con tocino.
Recuerdo a José “Pulguilla” padre, el día que bajando del puerto de la Orza le encontré en los altos del Barranco de los Cazadores. No había subido más arriba, mientras sus hijos cogían mejorana en las Ventosillas, porque estaba recién operado de una hernia. Nunca tuve mejor profesor, de cada planta decía su nombre y explicaba sus aplicaciones. Cuantas veces le he recordado, buscando refugio de la lluvia en los abrigos que él me indicó. A su hijo José, tomándose todo el tiempo para castrar una colmena, o charlando juntos por los caminos de la sierra.
A Frasquito, relatando historias con una expresividad y riqueza de palabra, que siempre extasiaba.
Tienen nombre: María, Carmen Valderrama y Dolores.
Dolores, nombre propio que bien podía ser colectivo; en su olla siempre había comida, el preguntar. ¿Quiere Vd. comer? Nunca fue un cumplido, ni una forma de hablar. Sus días parecían tener cuarenta horas, y cada trabajo su tiempo, suya era la cabra, suyo el buscar los cigarrones para los perdigones, suya la casa, suyo el huerto, suya la costura, suyo el horno de pan hacer, suyo el encontrar cualquier cosa en cualquier momento, etc.
Y tantos nombres propios tan cercanos que muchos de ellos pueden leer estas letras.
Quiero dejar claro que: nunca tiempo pasado fue mejor. Pero ciertas cosas de aquellos tiempos bien merecen la pena recordar hoy.
El trabajo solidario, la hospitalidad, la ayuda, el compartir, el charlar, el enseñar, el cigarro del revezo, la dureza del trabajo no salen en este texto. En él a retazos, entrevemos las tierras de Almijara, y aunque será difícil hacerse una idea de su belleza, para algunos quizás sea sorprendente.
Si conseguimos que Nerja no viva de espalda a su Sierra y de vez en cuando vuelva la mirada hacia ella, nos daremos por satisfecho.


* Almijar: lugar donde se ponen las uvas para que se oreen.

Boda en San Antolín


El bisabuelo Armando Noriega Tereñes “el Chato del Cueto“, arribó a Serena, en San Joaquín. Durante unos años ejerció de chamán. Le fue relativamente fácil, sabía escuchar y siempre estuvo pegado a la pacha mama.
Desde que heredó un prado de su primera mujer, Olalla Ardisana Abanielles “la Texuca “, allá en los cuetos de Buda, conoció las ventajas de las altas cercas de piedra que protegen al maíz del viento gallego y le hacían granar en toda la mazorca. Aplicó la misma técnica en los huertos cercados por las dunas en San Joaquín y sus años de chamán en Serena fueron apacibles.
No recordaba con que “alias” se apuntó a las Américas. En el Mazuco le conocían por el “rubio de Buda” desde la época en que le hablaba a la hija de Ardisana “la Texuca”.
Había olvidado que cuando enviudó de su Olalla, tuvo un arrebato y soñó en hacer plata en otras tierras.
En el Mazuco no dejaba nada, los prados de la familia estaban tan divididos que ninguna partición llegó a él, y la majada de Buda que había recogido de su primera mujer tuvo que devolverla unos días después del entierro.
Sí recuerda el habano que fumó en Gibraltar, cuando estaba seguro de librarse de la guerra de Marruecos. Eso de matar moros lo había dejado para don Pelayo, que ya acabara con los de su tierra. Le parecía muy cercano aquel día, sentado en el puerto con las piernas sobre el agua, cuando su vecino le ofreció el habano, su primer habano, y se vió en otras tierras, con otras gentes, todas conocidas y compartiendo los tortos recién calientes.
No le gustaba recordar aquel viaje que desde el Musel, le llevó a las Américas pasando de Gibraltar a las costas de Guinea. Fueron meses en la bodega de aquel barco donde sólo había papas para comer, papas cocidas o papas medio asadas. Sólo papas. A su vuelta al Mazuco, vino a caer en la cuenta de que comía el cabritu con patatinas. Durante tantos años en las Américas no pudo probarlas.
No hizo las Américas, sacó un vivir. Antes de llegar a Serena recorrió muchos pueblos con aquella máquina fotográfica del pájarito. La había montado él mismo, siguiendo las instrucciones de la revista “El Mundo Moderno” que editara en Buenos Aires la “ Losada”. Los materiales los fue reuniendo en el chigre que regentaba su compadre en el barrio de Santa Eufemia.
Durante años visitó los colegios de barrios hacendados y por el regalo de dos ampliaciones a las monjas, le dejaban retratar a los chavales. Más tarde tenía que ir ofreciendo casa por casa, a las madres, aquellas fotos que había retocado a mano para mejorar el original.
Cuando el mapa plegable que acostumbraba a colocar tras los modelos, le quedó viejo por aquella reforma de Porfirio Diaz que mudara el nombre de varias provincias, (a San Joaquín ahora le llamaban Chiatas). Cerró el negocio, cambió el rumbo y arribó a Serena.
La abuela Herminia Noriega Abades, “la Alisa”, fue fruto tardío del último matrimonio de Armando Noriega. Este tras su vuelta al Mazuco, tuvo el acierto de recogerse en casa de Domitila “la Madrina”, donde conoció a Eulalia Abades. Por aquellos días, Eulalia ya casi cuarentona, había perdido muchas esperanzas. El encuentro con Armando fue reposado y como las tardes del invierno son muy largas, acordaron pasar por el monasterio de San Antolín, donde ejercía de abad un pariente lejano de Domitila, el prior Celestino Cuerres Cardoso, (ante Dios, fray Gumersíndo de la Santísima Trinidad y todos los Santos), que de seguro no tendría por válidos las diversas uniones de Armando en su otra vida americana.
A las seis de la mañana de un día sin orballo, quedó bendecida la unión de Eulalia Abades “la Acebal” y Armando Noriega “el Indiano”.
Armando, aún tuvo energías para drenar los prados de Eulalia en Lledías. Hasta entonces solo admitían un corte de hierba en veranos secos; pero no era hombre de tierras bajas, el trabajar con el horizonte cercano parecía agobiarle. Necesitaba levantar la vista, dejarla volar a la lejanía y de esa forma disipar su añoranza de aquellas tierras abiertas de San Joaquín.
Al poco tiempo, cambió los prados de Lledías por unas majadas en Pandiella, con derecho a pastos en la Tornería, frente a Peñas Blancas. Podía dejar correr la vista, ver su Mazuco a lo lejos, el sol poniente camino de San Joaquín sobre el valle de Ardisana y los senderos que formaba la mar frente al Bedón. Aquellos senderos que le hicieron andar por medio mundo sin perder el olor de esta hierba recién cortada.
Amadeo Bueno Cueto “el Nino”, encontró la cabaña de la abuela medio derruida, siempre la conoció igual. Aún cuando de niño subía el hato a su padre, recuerda que ya estaba en ruinas.
Junto a la cabaña que mirando al mar levantara su bisabuelo, sólo permanecían en pie los fresnos que alimentan el rebaño cuando la escarcha adelantada en su llegada, dejaba la hierba en su ser.
El día en que Amadeo se vio en los páramos de Soria, ni la luz, ni la lluvia, ni el aire tenía la color de los prados del bisabuelo. Recordaba el verde de los cuetos de Rales, el sol poniente sobre Riensena, la niebla en Posada la vieja y la mar con su horizonte abierto frente al Beón.
Hoy, Amadeo ha levantado la cabaña del bisabuelo Armando y cuando respira, toma el aire que le hará vivir en esa tierra de Soria que le da de comer.

Fotografía: monasterio de San Antolín de Bedón. Llanes. Asturias

13 marzo 2005

Historias de compadres


Sería sobre las ocho de la tarde, tenía que ser época de verano, había aún luz y estaba claro el horizonte. Miguelete se colocaba enfrente, delante de la fonda del Rosario y miraba a poniente.
- ¡Ya viene! , ya viene, por la cuesta Macaca.
Se producía una agitación entre las personas que esperaban, cruzaban la carretera y se colocaban alrededor de Miguelete.
- No, esas luces no son.
- ¿Cómo que no? Si ya ha dejado la cuesta macaca, está entrando en río Seco.
- Espero a mi novio que está haciendo la mili en el Ferrol, le tocó la Marina, tuvo mucha suerte, ahora viene con todo el petate, incluso el abrigo de paño. En Tierra no te dejan nada; claro es un año menos, pero no compensa, ya lo tengo equipado para muchos años. Su padre todavía tiene la capa de la mili
- No, yo sólo vengo para ayudar a Mariquita España, hoy trae mucha ropa de Gibraltar y me avisó para ayudarle.
- Y tú ¿a quien esperas?
- No sé, puede que venga hoy, no estoy segura. El barco llegaba a Cádiz el 25, pero no sé si ha podido llegar. Mi hijo quería hacer las Americas y ya gracias a Dios lo tengo de vuelta. Allí tampoco atan los perros con longaniza.
-Mi niño, fue con mi Paca al médico, tiene un grano malo en el cuello y Don Ricardo le dijo que mejor sajarlo en Málaga.
- ¡Al rico pirulí!¡Ay que ricos los pajaritos con su colita y su piquito! ¡A gorda, a gorda!
- Hoy viene Don Evaristo y su señora, son los madrileños que vienen todos los años a la fonda del Pilar, se quedan todo el mes aquí. Bajan a la Torrecilla, dicen que como Pepe Gómez no hay nadie quien fabrique las gaseosas.
- ¡Macucas a tres la gorda y una la chica!
Miguelete corría a tocar la campana. La Alsina estaba a punto de llegar y toda la gente como un resorte se colocaba delante de la fonda de San Francisco, esperando la llegada del autobús. A Cachicuerno, le quedaban mostachones de la mañana.
Compadre, además de Cachicuerno, también vendían tortas y mostachones por los años cincuenta unos hermanos que vivían en la calle de la Gloria, bajando a la derecha. Creo que el menor se llamaba Eugenio. El mayor, de aspecto tímido, era más moreno, alto y bizco, pero no recuerdo su nombre. Eugenio, que estaba en mi misma escuela, le pedía permiso a Don Sebastián para salir 15 minutos antes por las tardes para preparar la canasta con las tortas y mostachones. Así, cuando los niños llegaban a su casa de la escuela, ya estaban los hermanos pregonando por las calles su mercancía para la merienda. Me parece que esa familia emigró.
Otra familia que emigró fue la de Pedro el de las cartericas. Vivían en calle Angustias, justo donde ahora está el estanco. Pedro tenía su pequeña vivienda llena hasta la puerta de trozos de plomo y otros metales, que compraba para luego venderlos no sé si en Málaga o Vélez. Al cabo de algunos años, volvió de Francia el menor de sus hijos, un adolescente al que de pequeño siempre se le veía con las velas de moco bajándole de la nariz hasta el labio. Bien, pues este muchacho encontró trabajo de botones en el Marissal. Se le pudo ver durante un tiempo con su uniforme abotonado de color verde y su gorro redondo a juego. Pero parece que el trabajo le duró poco, porque unos meses después desapareció del pueblo. Posiblemente volvió con su familia.
Otra estampa de aquella época, y que sin duda recordarás, querido compadre, era la salida de misa de los domingos por la tarde. Cuando salían de la iglesia, algunos se metían deprisa en el viejo cine Olympia, que daba una función de tarde a las siete. Las películas eran anunciadas unos días antes en los cuadrillos que colgaban de su ventana los hermanos Luquita. Si la película era buena, la había traído Fossi; pero si era mala, la culpa era de Luquita. La gente jaleaba en el cine los puñetazos que daban los convois. Los que no iban al cine, se tomaban una gaseosa o una cerveza, o se compraban tres celtas cortos por una peseta en el kiosco de Ricardo para pasear un buen rato por el Balcón de Europa. Los menos, se plantaban en el kiosco de Juanito el confitero que, como te acordarás, estaba delante del cine e iban comiendo dulces; a veces la madre preguntaba: "niño, ¿cuántos te has comido ya?" ¡Qué ricos estaban los merengues y otros dulces rellenos de crema en forma de cuerno de la abundancia! El kiosco de Juanito tenía un anuncio que decía Ilsa Frigo. A las 9 y media de la noche había que estar en la casa para cenar y guardar el traje hasta el siguiente domingo.


Piedra y Lagartijo
Nerja, marzo 2005