Sí, hoy miro la sierra por encima de las cabezas de los turistas, en el Balcón de Europa, y recuerdo otros días, otras noches, otros tiempos, caminando por ella, por veredas, atajos o monte a través.
En pleno invierno, siguiendo las huellas del macho montés en la nieve, para hacer la travesía de Piedra Sillada, desde Navachica al Cuervo.
En noches de luna llena, subiendo por el barranco de los Cazadores para llegar a los Caños del Rey, y acceder a las cumbres con el fresco de la mañana.
Tantas veces con mi primo José y el amigo “Guti”, haciendo caminos hasta el puerto de la Orza, más perdidos que el “pupa”, como aquella noche en que nos quedamos atascados en medio de un ulagar, y tuvimos que esperar el amanecer para seguir la ruta.
Tantas noches, durmiendo al raso, en el puerto de las Ventosillas, como cuando Alonso el de la “Civila” dejó las cabras y nos preparó, con lastones y alhucemas, unos camastros para dormir un poco, bueno, eso es un decir. Alonso, a mi vera, pasó toda la noche diciendo: Miguel, ¡qué noche más calma hace!
Cuantas veces, haciendo el río Chillar, caminando por el agua durante dos días, hasta el nacimiento, y sin encontrar un alma. En esos años a nadie se le ocurría subir a la sierra. Ahora me cuentan, que se reúnen más de cuatrocientos vehículos, para hacer los Cahorros.
En cualquier época del año, para subir al Lucero, al Almendrón, a Navachica, al Cuervo o a las Ventosillas, con tantos amigos del alma, con mis alumnos, con mis hijos, con mis antiguos discípulos, Rafa, Ernesto y tantos, que hoy me duele no poder nombrar, en este recuerdo. Desde aquí, quiero dar mis expresiones más efusivas, a todos los que me hicieron pasar tantos días de ensueño en la sierra.
Las fotos que presento, están tomadas desde el pueblo, no hacen honor a la belleza de sierra Almijara. Mi colección de diapositivas, espero poder presentarlas, en digital, algún día.