Los mozos del pueblo se
reúnen el primer día de fiesta para ir al monte a cortar el falo más alto
que encuentren.
Con la ayuda de una yunta de
bueyes se traslada al pueblo, para esa misma tarde, levantarlo en el prado
junto a la ermita.
En un rito pagano, anterior a
la noche de los tiempos, se fertiliza la tierra, clavando en ella el falo más
grande. Claro, es una labor de los hombres, mientras las mujeres acompañan
cantando al son de los panderos.
Al día siguiente, día grande,
se procesiona el “ramo”, un trono de flores y panes con el que se quiere dar
las gracias a la Tierra por los bienes recibidos.
Después asistimos al rito de
la comunión, se reparte entre los vecinos las rosquillas que adornaban el ramo
y se subasta los panes para sufragar parte del coste de la fiesta.
Los jóvenes danzan en la
común alegría de la fiesta, luciendo los trajes llaniscos, que acaban de ser
declarados patrimonio asturiano este mismo año.
Piedra
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