14 mayo 2008

Anica "La duquesa"



No era como otras veces. Esta vez se había ido sin avisar. No dijo ni: “me voy”. Aunque es cierto que tenía motivos; su hija, Carmela, se había “subido a la ventana” antes de tiempo y el cura no quería casarla si no era de madrugada.
Seguro que había cogido el tren a Madrid y quién sabe cuando volvería.
En casos como este, Anica echaba mano de sus dotes de espiritista y tras la puerta, con su pañuelo negro a la cabeza, convocaba a sus difuntos para que le informasen de las andanzas de su marido.

02 mayo 2008

Primavera en Pacanda. Llanes


 

Hoy, tras mi ventana veo el prado florecido. Son unas pequeñas flores blancas que iluminan el verde de la hierba, quizás manzanillas o margaritas pequeñas. La primavera ha venido y los primeros rayos de sol tras la lluvia hacen brillar el prado con una fuerza que parece venir de la tierra.
Los cerezos ya relucen sus blancas flores al sol de la mañana, son las primeras de mis cerezos y aunque pequeñas es una esperanza para el futuro. Verlos crecer es mi ilusión del mañana.
La peña refleja el brillo del sol en la hierba recién brotada, e incita a ser conquistada. Quizás un día me anime y suba a la cima. Tiene que verse el horizonte de la mar cercana.
Los fresnos están llenos de hojas verdes, tiernas, pequeñas, para cobijar a las lavanderas en su ir y venir al prado donde su caminar es más un baile, con la cola que sube y baja, que una batida de caza.
El nogal tiene un tinte marrón, no es verde aún, las hojas luchan por salir de su invernada y cubrir al gran árbol en todas las ramas.
El mirlo da tres pasos y se para, se prepara a cazar al acecho los insectos entre la hierba rala.
En el cielo el aguilucho pelea con los cuervos por el espacio de vuelo del territorio de caza.
Las gaviotas rebuscan en el prado su alimento de la jornada, seguro que la mar hoy no las alimenta, quizás mañana.
El petirrojo salta del muro al prado y del prado al muro, como jugando con su libertad alcanzada.
El gato, felino, inmóvil levanta una pata, da un paso, fija la vista y no pierde detalle del rastro del topo que se esconde rápido bajo la tierra.
La pomarada del fondo parece como nevada, es una garantía de que hogaño tendremos sidra para animar las veladas.
Las ovejas pacen tranquilas, no saben qué hacer con tanta hierba y los corderos saltan de dicha, jugando con las madres al escondite entre los manzanales de la ería.
El cuco no para de cantar, estará buscando donde colocar sus huevos. Aún no sabe qué padres adoptivos encontrar, si el nido del mirlo o el del estornino será mejor hogar.
Los jilgueros van y vienen, ya no tienen el cardo que tanto les hizo disfrutar. Era un cardo grande, lleno de flores en sus ramas, donde una bandada venía a buscar las semillas. A mi me dejaban mirar sin molestar.
La camelia aún abre sus flores rosas, las últimas de la temporada, a ella le viene mejor los fríos del invierno que los calores del estío.
Los acebos están llenos de hojas nuevas, y pequeñas flores blancas que serán frutos rojos para en el próximo invierno alimentar al mirlo, cuando las nevadas.
Los rosales, junto al muro de piedra, son una promesa de flores rojas abiertas, han crecido y brotan con fuerza.
La palmera ha sufrido los rigores del invierno, aparece con hojas secas. No temo que se pierda, el tallo verde me da esperanza de que crezca. Mi ilusión es tener una palmera a la portada, como en las casas de mi otra tierra malagueña.
El aguacate se ha salvado de las heladas, lo cubrí con un abrigo de tela y parece revivir cada primavera. Los kiwis crecen rápidos, les viene bien la humedad de Pacanda y esperamos por fin recoger cosecha este otoño, será la primera. Para eso planté macho y hembra.
La yedra cubre ya el muro y gana la batalla a la zarzamora. Este verano buscaremos las moras, para la mermelada, en los zarzales cercanos por los setos camino del río.
A la puerta, estos días, he plantado begonias y petunias que animen con sus flores las tardes de lluvia entera, cuando el cielo se cubre de nubes negras y esponja la tierra con el agua que deja.
Hoy brilla más el acebo ¿será por la primavera? o ¿por la luz de la alborada?

Fotografía: Pacanda, Llanes.