Salimos de Pacanda, sobre las
10, cuando ya las casinas estaban de reposo en una mañana espléndida de sol.
El valle de Rales y Vibaño
exuberante en plena primavera , con un verdadero túnel arbóreo en muchos tramos de la carretera que apenas nos dejaba
ver el picu Castiello, tan llamativo sobre el pueblo.
Al pasar el Alto Ortiguero,
paramos en el mirador de La Molina, descubrimos una cabaña entre los prados del
bosque que nos dejó prendados. Tanto que al llegar a casa pusimos un anuncio en
face “ Se busca pareja para el verano. No hay TV” con su fotografía
y hemos tenido infinidad de solicitudes y mensajes privados para
reservarla.
El picu Urriellu estaba
majestuoso con las últimas nieves de primavera, y no nos cansamos de fotografiar.
Los alrededores de Poncebos
eran una romería de gente camino del Cares, los coches aparcados a kilómetros
por toda la carretera, nosotros dijimos que subíamos a Sotres y no tuvimos
problemas en pasar. Las multitudes no escarmientan, todos se reúnen en los
mismos sitios para hacer lo mismo. Una suerte, nosotros pagamos la novatada
hace 40 años. Una vez, Santo Tomás,
ninguna más.
El puente viejo de Tielve,
una joya primaveral. Hoy estaba menos
cubierto de vegetación y lucía espléndido delante del molino.
Pasamos Sotres para subir al
alto de La Caballar, y poder ver el circo de montañas nevadas sobre el pueblo
que quedaba como una isla de color entre las praderías.
Al bajar almorzamos en el
lugar acostumbrado, el menú que ya conocíamos : fabada, cordero y arroz con
leche. Para beber, agua de Sotres.
Como ya es habitual, un disfrute de rancho, en un
comedor con ese gran ventanal a los prados tan verdes.
Piedra