En un día primaveral de otoño hemos vuelto a Buelna, casi en los confines orientales del Concejo de Llanes.
Al llegar, quedas ya embrujado con el caserio de pueblo pequeño.
Si la arquitectura rural te emociona, el disfrutar de su vegetación te embriaga.
Las hortensias aún en flor un 26 de septiembre resaltan la belleza de las viviendas.
En un corto paseo, 600 m. hasta la playa puedes admirar chirimoyos, madroños y acebuches.
Para mí es el único chirimoyo que conozco en la costa asturiana y el acebuche bien puede ser reliquia de los bosques de la era terciaria cuando Asturias gozaba de un clima mediterráneo.
Cada día encuentro más acebuches en la costa llanisca, algunos recomidos por tantos rumiantes como pastan entre ellos. En algún caso, mi valla protectora no ha tenido ningún efecto y pocos meses después de colocarla seguíamos en las mismas. Pero otros fuera del alcance de las vacas gozan de envidiable salud.
Piedra
Pacanda, 26 sep 2021